31 marzo, 2024
El miércoles próximo, día 3 de abril, se cumplen 241 del fallecimiento de uno de los compostelanos más ilustres, Manuel Ventura Figueroa, cuya memoria perdura a día de hoy gracias a la fundación de su nombre que dejó dispuesto en testamento se creara a su muerte y que durante estos dos largos siglos sigue repartiendo cada año decenas de becas de ayuda al estudio para quienes acrediten pertenecer al amplio árbol genealógico de su fundador. Una beneficencia que, a lo largo del tiempo, ha becado a personajes del relieve de Montero Ríos, (que fue también juez protector de la misma), Alvaro Cunqueiro, Filgueira Valverde, la madre de Mariano Rajoy o el regatista Pedro Campos. Pero, ¿quién era en realidad tan magnánimo mecenas que también donó su biblioteca a la Universidad de Santiago junto a otros objetos y aún tuvo arrestos para financiar la reparación de caminos y carreteras de Galicia, devastados por los temporales de la época?.
Manuel Ventura nació en 1708 en el actual Hostal de los Reyes Católicos, antes Hospital Real, en el seno de una humilde familia, donde su padre Manuel (Cabanelas) Figueroa, oriundo de San Pedro de Tenorio, en el municipio de Cotobade, ejercía de sangrador. Barbero-sangrador en el mismo hospital era también el padre de su madre, María Benita Barreiro Rodríguez de Prado, natural de Santa María de Xanza, en el término municipal de Valga.
Su tío paterno, Clemente Figueroa, párroco de Santa María de Tourón –Pontecaldelas-, corrió con los gatos de los estudios del precoz Manuel Ventura, cuyo talento afloró a los pocos años. A los 19 se graduó en Leyes por la Universidad de Santiago, donde impartió clases, como sustituto, en sendas cátedras de la misma Facultad de Leyes.
Completó sus estudios en la Universidad de Valladolid y se doctoró en la Universidad de Ávila. Recibido de abogado en la Real Chancillería de Valladolid, en su bufete estuvieron como pasantes futuros ministros de la Monarquía.
Aquella precocidad mostrada ya a los pocos años fue siempre un mérito reconocible en su imparable trayectoria profesional a la que unía, según sus biógrafos, dotes naturales de capacidad de estudio y carácter afable. A los 25 años obtuvo la canonjía doctoral de la iglesia catedral de Ourense, donde se ordenó presbítero.
Ya en Madrid, y bajo protección del conde de Rivadavia, conoció a consejeros y camaristas de Castilla así como a confesores reales y a ministros como el marqués de la Ensenada, alcanzando la dignidad de abad de Covarrubias que conmutaría por la ourensana abadía de la Trinidad.
De Ourense pasaría a consultor de la Cámara de Castilla y, por decisión de Fernando VI, visitador general de las iglesias y obras pías del Real Patronato del reino de Granada.
En su trayectoria destaca sobre las demás actuaciones la sigilosa negociación que en nombre de España y con el solo protocolario cargo de auditor de la Sacra Rota de Roma por la Corona de Castilla -aunque con credenciales secretas de ministro plenipotenciario- mantuvo con el Vaticano para la ratificación de un nuevo Concordato que lograría gracias a sus especiales dotes diplomáticas y que, con plena satisfacción para la Corona de España, le granjeó más de alguna enemistad entre el propio clero. En junio de 1751 Figueroa presentó al papa Benito XIV el proyecto definitivo del texto del Concordato, ratificado por Fernando VI y el propio Pontífice en 1753.
Rehusando la mitra episcopal que se le ofrecía, el rey le nombró consejero y camarista de Castilla. Tras un lustro en Roma, su situación mejoraría con el ascenso al trono del nuevo monarca Carlos III, alcanzando la presidencia del Consejo Real como gobernador, primero de forma interina y desde 1775 en propiedad, ganándose siempre el aprecio del propio monarca así como de los principales reformadores del reinado de Carlos III. De hecho, Figueroa no fue partidario de la expulsión de la Compañía de Jesús, como tampoco había figurado entre sus más acérrimos perseguidores.
Caballero de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III desde 1772, luego fue honrado como gran canciller de la misma. Asimismo, fue uno de los fundadores del Banco de San Carlos, precedente del actual Banco de España.
Falleció el 3 de abril de 1783 a consecuencia de una hidropesía. Fue enterrado en la Iglesia de San Martín de Madrid. En el año 1836 la iglesia fue derribada y se ignora el paradero de sus restos.
Relata el funcionario e historiador José Antonio de Armona y Murga en Noticias privadas de casa, útiles para mis hijos (1787-1789) que Figueroa murió rico hasta extremos insospechados, dejando atesorados más de 11.000.000 de reales, al margen de las alhajas, pinturas, muebles y de su librería. Enterado Carlos III del dinero acumulado por quien era su eclesiástico, se admiró –según Armona- sorprendido, porque “no lo esperaba de Figueroa”.
Una semana antes, el 27 de marzo dictó testamento en el que actuaron como sus albaceas cuatro ministros además de dos ilustres gallegos amigos suyos: Felipe Santos Domínguez, camarista de Indias, y Vicente de Rivas, contador de la Cruzada.
Pero, como se señalaba al comienzo, lo que de verdad hace transcender la figura de Ventura Figueroa hasta el día de hoy, tres largos siglos después de su nacimiento, no es otra cosa que el patronato-Fundación laical que dejó expresado en su testamento como muestra de sus últimas voluntades.
Una dote por valor de 6.037.040 reales con 17 maravedíes y medio de vellón para crear un colegio de enseñanza pública eclesiástica para la juventud, en su tierra natal de Galicia, así como dotes y alimentos para sus parientas huérfanas, tanto para las que tuviesen vocación religiosa como para las que quisieran casarse. Asimismo y especialmente para los que cursen estudios universitarios o de otro tipo (en ambos casos, con independencia de si el parentesco con Manuel Ventura Figueroa procede por línea matrilineal o patrilineal). Para poder cumplirlo, Manuel Ventura Figueroa ordena hacer una fundación pía, quedando la otra quinta parte de esta riqueza destinada a sufragar los gastos funerarios y religiosos, junto con limosnas y obras benéficas.
Para las donaciones masculinas para hombres huérfanos que quieran realizar sus estudios en las escuelas de primeras letras o de gramáticas, se establecen unas rentas de 150 ducados anuales por persona, mientras que para la carrera militar o el estudio de filosofía y de facultades mayores (teología, leyes, cánones, medicina y matemáticas), se asignan 3.300 reales anuales por persona, además de sufragar los costes de los grados en Bachiller y Licenciado, necesarios para poder acceder a estos estudios. Una vez terminados estos estudios, estos individuos recibían 6.000 reales de vellón, para que se pudieran asentar económicamente. Además, aquellos que se formasen en comercio al por mayor o en artes liberales (arquitectura, pintura y náutica), reciben 600 ducados anuales.
A día de hoy la Fundación está regida por un Patronato cuya presidencia corresponde al titular de la Consellería de Cultura, Educación y universidad, en la actualidad Román Rodríguez González. Completan el patronato rector un secretario, un juez protector, un patrón de sangre y seis vocales.
En el testamento figura también, como se apunta, la donación de su biblioteca a la Universidad de Santiago, considerada como una de las más importantes de su tiempo para dicha institución, no tanto por la cantidad numérica de títulos y volúmenes, sino más bien por su cantidad en cuanto a la variedad temática y la procedencia de los mismos, destacando su importante contribución a la “biblioteca de los prohibidos” de la Universidad de Santiago de Compostela, biblioteca compuesta por los libros señalados como “peligrosos” por la Inquisición, según se apunta en el blog debarbasyboinas.worpress.com. Donaciones, se añade, que supusieron una importante contribución para los títulos y volúmenes con una temática de carácter “profesional”, es decir, libros considerados como “herramientas de trabajo” para el ejercicio de ciertas profesiones, haciendo especial hincapié en el carácter “práctico” o “utilitario” de los mismos.