3 junio, 2024
Desde que se perdió el respeto a la profesión de político, en el hemiciclo, dormitan las ideas, pero avanzan los berridos, andan cerca los insultos y proliferan las mentiras, escasea la vergüenza y prosperan los negocios. Aquello que tuvimos que soportar, el otro día, semejaba una algarabía circense, donde, a cada exhibición, sucedía un nuevo aplauso, pidiendo lo más difícil todavía. Vaya colección de pintas la que adorna, de cuando en cuando, las vetustas bancadas del salón parlamentario.
Ni tapando los ojos para no ver, ni taponando los oíos para no oír, se libra uno del bochornoso espectáculo de la Cámara Baja. Si analizamos ciertas actuaciones, no será difícil comprobar cómo, siempre, el que más grita no es el más valiente, sino el menos educado. Se oyen palabras gruesas, insultantes, rayanas en lo delictuoso.
Si les parece poco, vean en su papel, a la ministra vicepresidenta que abrió la boca, y le soltó un brindis escatológico” al PP, enviándole a la mierda. Y se quedó tan fresca. Luego quiso suavizar diciendo que había sido por lo bajines, a micro cerrado. Señora ministra, aprenda: el pecado está en la intención, el que sea en público, solo lo agrava. A ver si va a ser cierto que para ministro vale cualquiera.
Pues, si eso es así, no te diré para diputado. Lo mejor de cada casa. Algo quiso decir, al respecto, el ex don Felipe González cuando aquello de que “el color del gato no importa, con tal que cace ratones”. Puede ser. Pero las forman deben guardarse porque ejemplarizan y dejan al descubierto el prestigio de cada uno. Mirándolo bien, para diputado no hace falta gran cosa.
Por lo menos, en el grupo de relleno. Basta saber cuándo hay que votar, no equivocarse, al pulsar botón, estar al loro para soltar la carcajada, para aplaudir, abuchear, si hace falta, y hacer lo que sea, con tal de mantener el alboroto, sin reparo, que la señora presidenta amenaza mucho pero no da casi nunca. Sobre todo, cuando es de su color el que se hace merecedor de reprimenda. Dicen que la sociedad parlamentaria esta crispada. Esta afirmación es evaluable. Yo creo que la que está crispada es la audiencia.
El resto está sometido a ciertas claves que mezclan, a un tiempo, aplausos, sonrisas, pataleos y sinrazones. Estas últimas son las que más crispan, porque el ambiente está caldeado, de antemano, cuando la oposición tiene que tragar, por imposiciones de una mayoría minoritaria, con decisiones peligrosas para la integridad de España, como son la amnistía y el separatismo, a cambio de apoyo para seguir en el jamelgo del gobierno. Esto, sí crispa. Y alborota lo suyo.