1 julio, 2024
Siempre que se aborda el tema del sexo débil, refiriéndose al conjunto de las mujeres, estalla la polémica por algún lado, sobre todo, por parte de aquellas personas que se hallan inmersas en la lucha en favor del feminismo y en contra del machismo. Mejor que no fuera necesario luchar contra nada y a favor de nadie. Pero la lucha existe y la justificación también, ya que, si algún tipo de igualdad es preciso defender es, precisamente, aquel que reclama los mismos derechos para ambos géneros. Y esto, desgraciadamente, tiene una historia larga y nefasta, en la que quedan registrados episodios que vulneran el referido derecho, siendo el primero el de la vida, don sagrado que últimamente vienen profanando quienes se la quitan, de forma bárbara a las mujeres, amparándose en un inexistente privilegio de machismo. Y ¿qué decir del aborto, ese infanticidio imperdonable con el que se está asesinando a seres inocentes, sin capacidad alguna para defenderse y con el alma limpia de todo antecedente delictivo ? Uxoricidio e infanticidio hacen causa común con la bestialidad del ser humano y en esto no vale hablar de género, sino de personas que van por ahí poniendo fin a la vida de otros. Aquí el sexo débil y el sexo fuerte son pura palabrería para aburridos que solo buscan la polémica, convirtiendo la causa en un problema lingüístico, reclamando, sin éxito, el dictamen de la RAE que se queda a medias de pronunciarse. Pero ¿es la mujer, de verdad, la representante del sexo débil ? . ¿No será, más bien, un formulismo erróneo que se utiliza a rebufo de la realidad? En parte, sí. La historia está saturada de nombres de mujeres ilustres en todas las ramas del saber y en el heroísmo. Citaremos solamente cuatro gallegas destacadas en las letras, el orden jurídico y en el heroísmo militar, como son Rosalía de Castro, Emilia Pardo Bazán, Concepción Arenal y María Pita.
No hace falta recurrir a heroínas ni a famosas de gran relieve social. Hay abundancia de mujeres anónimas que, en una etapa aciaga de la historia, resistieron la ausencia de sus maridos obligados a salir de España para ganar el pan que faltaba en su hogar y llevaron con acierto y bravura el timón de la familia, para subvenir a las necesidades de cuerpo y alma, mientras derramaban el sudor en la brega diaria del terruño. Las estadísticas nos dicen que la mujer es más longeva y que supera más fácilmente los umbrales del dolor que el hombre. Un ejemplo de resistencia al dolor lo tenemos en el parto y circula por ahí un chascarrillo que sostiene, con humor, que, si fuera el hombre el que tuviera que parir, no habría niños en la tierra. La mujer de hoy exhibe fortaleza física y moral suficientes para conquistar alturas en puestos de dirección de empresas, en la medicina, en la enseñanza y otras carreras técnicas. Este es el camino a seguir en pro de una igualdad de derechos entre el hombre y la mujer.
Pero cuidado con las carreras alocadas, con las prisas y las osadías, que son malas consejeras y suelen pasar factura. En el afán de equiparar al hombre hay mujeres que ven fortalezas donde hay solo debilidades y optan por tomar las malas costumbres de los hombres, poco hombre, por supuesto, y van por la calle, en el bus y en otros lugares, vomitando palabrotas y hasta blasfemias haciendo el mal papel de osadas, mal educadas y machotas amigas del ludibrio. Este es el verdadero sexo débil y causa, en parte, de que subsista el machismo.