16 junio, 2024
Resistir no es gobernar. Aunque no es una verdad absoluta, podríamos retorcer el argumento, al modo de los lógicos, y admitir que, casi siempre, es así. Porque, cuando las cosas van bien no es preciso resistir y cuando van mal, habrá que tratar de cambiar las cosas. Un poco coincidiendo con la doctrina de Confucio: “si tus problemas tienen solución, no te preocupes; si tus problemas no tienen solución, no te preocupes igualmente.”
Nuestro presidente de gobierno sí parece tener problemas de índole político y presuntamente familiar. Pero no le preocupan demasiado, porque tiene la solución del BOE y la mayoría del gobierno Frankenstein y con este recurso todopoderoso es más fácil resistir. De todos modos, las cosas no deben ir demasiado bien, porque se le nota al jefe, en los últimos días, un pelín de nerviosismo que se traduce en amenazas a los jueces y a la prensa, dos pilares importantes de la democracia.
Dicen los tibios que no hay peligro. Pues yo y muchos más que yo, nos tememos lo peor. Porque un personaje como este, apuntala su resistencia con lo que tenga a mano y es capaz de lo peor, con tal de conservar el poder. No es cuestión de conciencia, que era verde y se la comió un burro. Le sobra audacia, la soberbia es para él algo connatural, a la mentira le quita el veneno con el antídoto de llamarla” cambio de opinión”. Cuando los socios aprietan, los para con una concesión, al canto; cuando aflojan los pactantes, saca pecho, presumiendo de domador de políticos.
A los niños se les da caramelos, para que sean buenos. A los socios políticos, de raza, se les conceden subvenciones o mejoras económicas, que la pela es la pela y para eso flirteamos en catalán. Luego, la amnistía para quitar el miedo de las rejas a causantes futuros; la malversación que no sea punible para los armadanzas del procés. Y del referéndum no nos olvidamos, pero, de momento, la prudencia aconseja dosificar, que todo junto es mucho.
El presidente escribió, hace ya tiempo, un libro, con ayuda de negro literario (en este caso, negra) para alumbrar nuestros escasos conocimientos de resiliencia o resistencia que son lo mismo, más o menos. Y, de paso, recordar al paisanaje sus grandezas autobiográficas. Hace poco, se retiró, una semana, a sus personales cuarteles de invierno para reflexionar y salió peor de lo que entró. O sea, se le agravaron las ideas. Si no fuera porque él solo se basta para demostrar lo contrario, yo diría que se volvió sentimental y religioso. Ahora escribe cartas, como los novios. Se las manda al pueblo español que, lo que pide, es pan.
Estas actuaciones las envuelve hábilmente en papel de regalo parlamentario para tratar de tocar la fibra sensible del pueblo. A las bondades de nuestro acontecer nadie se resiste. No hace falta. Pero, resistir no es garantía de buen gobierno. Precisamente, quizás, nuestros gobernantes, por poner tanto empeño en resistir, se olvidan del tiempo que pierden en la lucha por seguir en el macho, cabalgando. Lo triste es que, en nuestra España, se está resistiendo mucho, por parte de unos que no ganan ni gobiernan, mientras otros, sin resistencia, ganan siempre y gobiernan, más bien, poco.
Ni siquiera es cierta del todo la sentencia de Camilo José Cela, cuando dice: “el que resiste gana”. Quizás, quiso aludir al que resiste, con malas artes, con trampas y mentiras, pisoteando la moralidad y el derecho, sin rubor. Porque al que resiste, honradamente, es probable que le sorprenda la muerte resistiendo. Tenemos al frente del ejecutivo el personaje ideal para hablar de resistencia. Tiene la ambición necesaria para buscar el triunfo, la arrogancia para luchar por él y las tragaderas suficientes para aceptar chantajes, cambiar el nombre a las mentiras y, si algo se resiste, se recurre a triquiñuelas legales para validar lo que los principios morales ponen en tela de juicio. Se inventa la máquina del lodo y se la adjudica a los demás, para provocar la indignación en las bancadas, menosprecia públicamente a la oposición y, lo último y más grave, utiliza la amenaza para ablandar a jueces y periodistas. ¿De qué resistencia nos habla?