29 abril, 2024
La comparecencia del presidente Sánchez, esta mañana, para explicar la decisión adoptada tras su prolongada meditación-reclusión de cinco días en La Moncloa, con la decisión de perpetuarse en el poder y en las condiciones en que lo justificó, apunta a unas cuantas consideraciones.
Primera, hubiera en la carta el grado que fuere de afectación personal por los descubrimientos –ataques y bulos según su código- de las acciones llevadas a cabo por su mujer y que merecieron ya atención judicial, a la vista de la decisión última de su continuidad se convierten en una mera artimaña para provocar esa parte de afectación sentimental que tan bien funciona en el electorado. Pura estrategia.
Segunda, en la decisión de permanecer, con la vista puesta en los otros casos de corrupción sobre los que ya trabaja la Justicia y aún en los pendientes de activarse –que Israel, en estos momentos, está a otras cosas-, se garantiza el mantenimiento de la inmunidad parlamentaria, tanto en lo que tiene de paraguas dilatorio de los procesos, como en la evitación de jueces sorpresa, escapados del control que ya ejerce el Gobierno en las altas esferas judiciales –Supremo y Constitucional- a través de sus bien engrasadas correas de trasmisión.
Tercera, elevar a las cumbres de la adhesión inquebrantable lo que no pasó de ridícula farsa de holliganismo socialista, donde por no estar ni siquiera figuraban los paniaguados que cobran del Estado por sus colocaciones a dedo, como tampoco esa juventud que se invoca como seña del partido, apuntaría a una muestra más del narcisismo presidencial, sino fuera porque lo que se buscaba –que no se logró pero se venderá que sí por los medios apesebrados- es buscar una legitimidad añadida para lo que vendrá, que son curvas.
Cuarta, la intervención del presidente al enjuiciar el actual estado de crispación que él ve en confabulaciones contra su persona, es, mutatis mutandis, la mejor descripción que hacerse pudiera de lo que realmente fue toda su gestión política desde la llegada a La Moncloa, con sus incitaciones al odio, descalificación del adversario, y esa máquina del fango de La Moncloa inasequible al desaliento. Nuestro refranero lo resume bien, dime de que presumes…
De modo que situada su continuidad en las coordenadas que Sánchez quería de apelación sentimental, mantenimiento de la impunidad, pretendida adhesión mayoritaria de la sociedad y demonización efectiva de esa parte de la sociedad que sitúa del otro lado del muro: oposición, jueces y medios de comunicación, el mensaje estaba claro. También en dos vertientes concretas
Primera, esa llamada más directa que subliminal a la movilización pública, que ya se encargará de jalear la corte de asociaciones bien alimentadas a cuenta de los presupuestos del Estado y que el sábado tuvieron una muestra más de ser estómagos agradecidos. La cultureta financiada. Tolerantes que son.
Segunda y más preocupante, legitimar en esas movilizaciones y aquellas demonizaciones un calendario legislativo tendente a la doble vía de acabar el trabajo de plena interferencia en el poder judicial –con un Consejo General a su medida y hurtar a los jueces su responsabilidad de instrucción de los sumarios para pasarlos a la Fiscalía –ya saben, “¿de quién depende la Fiscalía? Pues eso”-, para lo que ya existe un borrador- y la censura administrativa de los medios de comunicación que, en sus delirios megalómanos, solo publican bulos. Sin que la actual supeditación de periodistas y medios a la acción de la Justicia sea bastante para quien nunca dará por agotada su capacidad del elogio ajeno.
Frenar esa deriva totalitaria, ese kirchnerismo que se adivina ya galopante y que conducirá a una más próxima que lejana democracia a lo Maduro, va a requerir de una oposición, unos jueces y unos medios de comunicación que pongan pie en pared de forma categórica y firme, sustentada en los principios del rigor, la seriedad, la porfía y la solidez de las actuaciones, sin dar ni un cuarto al pregonero.
Cada vez las concomitancias políticas con lo que los libros nos cuentan de los primeros años treinta van adquiriendo mayor carta de naturaleza. Aquello ya sabemos cómo acabó. La intervención televisada de Sánchez es la adecuación a los tiempos modernos de situaciones no bien previstas en su día. No repitamos el error.