3 julio, 2024
Compostela ha alcanzado los cien mil habitantes, vieja aspiración local. Halaga nuestro ego y comporta la ventaja (dudosa) de dos concejales mayor atractivo para inversores y para fondos europeos; y tendremos un juzgado de familia.
De esos cien mil una buena porción hemos nacido fuera. Mi apellido y mi DNI revelan cuna mediterránea. Tomo tazas con latinos de cuatro países, los hijos de mis colegas se han ido a vivir fuera: donde un banco suizo, una fábrica de coches alemana, una inversora en Sant Cugat y un hospital en Langreo… En Santiago formamos talentos para exportar. Y recibimos cuidadores y camareros sudamericanos.
Más de la mitad de los ocho mil millones de terrícolas vivimos en ciudades. Es en ellas donde hay más tiendas, iglesias y bares, hospitales y escuelas. Y gorriones y algún ruido de más. Preferimos la ciudad al campo, a donde vamos de vez en cuando. Y en ella vida los urbanitas hacemos vida de barrio, con el súper, la farmacia, las aceras y unos cuantos vecinos con perro a los que saludamos. Y la parroquia. Una vida de pueblo en la ciudad de cien mil habitantes: conozco las aceras desiguales de mi calle.
Papa Francisco visitó Nínive hace tres años; fue capital populosa de Asiria, en Iraq. Ahora es un polvoriento terral deshabitado, que conserva frisos con leones y altas torres, pero perdió hasta el nombre; ahora se llama Nainawa.
Detroit dejó de ser la gran fábrica de coches que fue y bajó de 1,8 millones de habitantes en 1950 a menos de 700.000 en 2013. Se declaró en bancarrota pero se reinventó en 2014. Demolieron más de 24.000 casas abandonadas, miles de inmuebles fueron renovados y puestos en el mercado para atraer nuevas familias a Detroit.
El respetado Gonzalo Torrente Ballester aseveró en una conferencia en el Hostal que la Catedral de Santiago no sobrevivirá mil años, y me dura el escozor. Confío en que sobrevivirá la tumba fundacional junto a la que vivimos hoy cien mil compostelanos.