18 septiembre, 2024
Ayer a última hora y por privado mantuve una inspiradora conversación con una valiosa compañera. Es cierto, el nuestro no es si no un capítulo emblemático en la necrológica imparable de una clase media tocada de muerte desde el 2008, cuando la sobrecarga liberaloide de la economía especulativa hizo saltar el fusible de Lehman Brothers y escacharró la compleja y delicada red en que hacía equilibrios el statu quo de la sociología democrática del bienestar.
A partir de ahí y una fatal serie de catastróficas desdichas, la ingeniería social del poder económico ha optado por la más desaforada doctrina de «cuanto peor (estén los más) mejor (estaremos los menos)». La ley del privilegio es tan inexorable como la de Murphy, mientras la tela de araña aguante.
Pero tal vez después de uno, dos, tres, hasta diez elefantes balanceándose, esto no aguante más. Y tal vez a los juristas prácticos nos haya tocado en suerte poner en valor el papel de revulsivo político que nos corresponde como exponente genuino y emblemático de la clase media, somos un pilar indispensable del estado de derecho, pero también del estado del bienestar, del que la M, los ICAS y el CGAE bajo la batuta del Gobierno han intentado desahuciarnos en un arrebato suicida.
Lo que no -pue ser no pue ser- y además es imposible, sépanlo todos los Elmas y todas las Borjas y tod@s l@s Bolañ@s y tod@s las Yoland@s cieg@s o mud@s para este problemón y tod@s los Pedros, picapiedras o de l@s otr@s. Esto solo tiene un camino: ¡que nos deis la razón que nos asiste, ya!
Nuestra integración de pleno derecho en la Seguridad Social, con todos los pronunciamientos favorables es cuestión de vida o muerte para nosotr@s pero también para el Estado y para la sociedad en general.
NOTA: He traído a colación otras veces la frase «la clase media es el Estado» (vid. Emmanuel Rodríguez López. Reseñado en «Viento Sur» 28/01/2017).
Por eso, el 28S en Madrid tod@s l@s abogad@s, procuradores, arquitect@s, aparejadores, médic@s, gestores, artistas y cuantos hayáis sufrido en propias carnes el fiasco de las Mutualidades de Previsión tenemos, en defensa propia, una cita ineludible.