21 junio, 2024
En este mundo un tanto alocado y vertiginoso, en que vivimos, donde el ponerse a pensar, antes de obrar, se considera perder el tiempo, no vendría mal un poco de filosofía aplicada. Más bien de ontología. En la escuela del platonismo se afirmaba que “todo ser, ontológicamente considerado, es bueno” Estamos ante la pura realidad ontológica, donde el ser es algo positivo y difusivo de sí mismo, por lo que concluimos que, bajo este punto de mira, no hay maldad ontológica.
Tenemos que entrar en el campo de la moral, iluminados por la facultad volitiva, o sea, por la voluntad, para considerar un ser como bueno o malo moralmente, Y en ese campo es en el que vamos a situar nuestra reflexión de hoy, para diferenciar el bien del mal y los buenos de los malos. El hombre, en pleno ejercicio de su conciencia movida por la voluntad, decide qué debe y qué no debe hacer y ahí, entramos en el terreno de la responsabilidad. Dice el adagio que cada persona es un mundo. Y es verdaderamente cierto, por lo que, huiremos de lo individual para centrarnos en lo colectivo, en atención al requerimiento de los espacios.
En la sociedad se esconde, todo lo posible, el mal y se exhibe, con vanagloria, el bien. Lo primero es una lucha descarada para ocultar la maldad, lo segundo una jactancia innecesaria. La masa social se constituye en grupos y actúa como tales, elaborando su propia moral para conformar una clasificación que nos señala como buenos o como malos. Hoy, aplicaremos el titular del artículo a la clase política actual para ver dónde se esconde el mal, en sus actividades. Porque el bien ya se encargan ellos de pregonarlo. Hay una actuación aberrante que puso por obra nuestro actual gobierno, en los días pasados. Se trata de la aprobación de la ley de amnistía.
Ya pueden aplicarle el razonamiento retorcido que quieran o la pirueta teatral que prefieran, pero el hecho es que no se libra del sambenito de las personas de bien que lo valoran como una maldad política, de aciagos resultados. Veamos por qué. Primero por tratarse de una ley creada, exprofeso, para favorecer a los condenados y condenables del procés, a cambio de los votos necesarios para mantenerse en el trono nuestro jefe de gobierno. Caen, heridas de muerte la igualdad, el buen uso del dinero público y la independencia de la justicia. Segunda consideración. El pueblo votante no anda demasiado acertado en las urnas, en razón de la diferencia de trato con unos y otros.
Al PP no se le perdonó la corrupción. Les costó cárcel para algunos y caída de gobierno. Para los socios del gran cambalache se aprueban leyes favorables que ponen al pairo los ERTE de Andalucía y perdonan las fechorías de algunos catalanes. Todo un mercadeo, a cuenta del dinero y el oprobio de los españoles. Pareciera que a los conservadores se les aplica la teoría platónica: “Bonum ex integra causa, malum ex quolibet defectu “. Traduciendo al pie de la letra: “el bien proviene de una causa integra, el mal de cualquier defecto”. O traducido mucho más libremente: el PP tiene que correr con hándicap. ¿Quién paga la carrera ?: el pueblo español.