22 mayo, 2024
Decía Hegel en su Filosofía del derecho que, como la caridad es una virtud y ninguna virtud debe ser suprimida, es bueno que existan los pobres. Como buen burgués autosatisfecho no quería darse cuenta de que lo mejor sería que no hubiese pobres y que la caridad no fuese ya necesaria. En los Evangelios un joven rico se dirige a Jesús y le pregunta qué debe hacer para ser su discípulo. Jesús le contesta: «vete, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres y luego sígueme». Esto no tiene ya nada que ver con la caridad, porque de lo que se trata es de un compromiso.
Una persona se compromete con una causa cuando asume el sufrimiento de los demás con un coste personal, ya sea enfrentándose a la autoridad, o poniendo en peligro su vida o su salud. Es lo que hace el voluntario que se va a la guerra, o la persona que dedica toda su vida, sin remuneración, al cuidado de los enfermos, la enseñanza, u otras causas; cosas que hoy ya no son frecuentes. Pero hay otros compromisos, sin riesgo ni coste, y para los que ni siquiera es necesario conocer la realidad de la causa de que se trata. Si es lejana en el espacio o el tiempo, mejor, porque ya no solo no hay ningún riesgo, sino que basta con pronunciarse públicamente ante quienes no tienen ninguna capacidad de intervenir y así quedar igual de autosatisfechos que los burgueses bien pensantes.
Éste es ahora el caso de la causa Palestina, avalada por el oportunismo de Pedro Sánchez, del gobierno, los partidos y los rectores de la CRUE, que han decidido suspender las relaciones científicas con Israel y favorecer los contactos de investigación con las universidades palestinas, cuya existencia básicamente desconocen. No dicen que vayan a enviar profesores a Gaza, ni a traer estudiantes con becas. Y mucho menos no proponen ninguna medida real, como, por ejemplo, traer a Galicia mil familias de pastores y agricultores de Gaza, ofrecerles casas, tierras y ganado, y repoblar nuestros campos en agonía. Eso sería enfrentarse a una realidad que es mejor ignorar y tener visiones simplistas de los problemas, como la que dice que la historia de los judíos es la de un pueblo de ángeles que vivió por los siglos de los siglos rodeado de demonios; o un pueblo de demonios disperso por la tierra durante milenios y responsable de todo lo malo que pasó en la historia, como defendía Vicente Risco, maestro de algunos nacionalistas gallegos, en su Historia de los judíos, publicada en 1944 con las bendiciones plenarias del franquismo, y en la que Adolf Hitler y Mi Lucha son citados como autoridades.
Antes de opinar sobre algo es mejor conocerlo, y por eso será muy útil analizar desde el punto de vista militar qué es lo que está pasando en Gaza entre Hamas (Movimiento islamista de liberación) e Israel.
Hamas no es uno de los pueblos palestinos, que en realidad son varios – en Gaza hay más de doce grupos distintos. No es reconocido por la ANP (Autoridad Nacional Palestina), ni por Egipto, Jordania, y otros países árabes, que lo consideran un grupo armado terrorista, que, tras ganar las elecciones municipales del 2005, suprimió las elecciones y estableció poco a poco una dictadura integrista, gobernada por un consejo de ulemas y con un dirigente, Ismail Janiyah, que vive entre Qatar y Londres, muy lejos de los frentes de guerra.
Una guerra es un conflicto armado entre estados. Se inicia cuando uno de ellos ataca al otro, cruzando la frontera con el fin de anular la capacidad defensiva de su ejército, conquistar el territorio y dominar el país, provisional o definitivamente. Hay distintos tipos de guerras y a continuación veremos cuáles son las estrategias de Hamas e Israel en la guerra iniciada por Hamas en octubre de 2023.
Hamas está gobernado por el Majlis Shura, que mantiene una organización para Gaza, otra para Israel, otra para Siria y otra para los demás territorios. De él depende el al-Maktab al-Siyasi, o consejo político, divido en las secciones de: finanzas, propaganda, seguridad interna y asuntos exteriores y el Ministerio de defensa. Ese ministerio se estructura en tres partes: la policía, el al-Majd, o servicio de inteligencia, y el Iza al-Din al Qassam, o brigadas de Qassam, que es el ejército propiamente dicho.
«Desde su inicio, Hamas combinó la posible guerra convencional, para la que se preparó durante años, con el terrorismo, basado en los shaheed, o soldados suicidas, avalados y bendecidos por las autoridades religiosas en el marco de la yihad, o guerra santa, que da el acceso al mártir al paraíso»
El ejército dispone de: laboratorios de explosivos, fábricas de armas ligeras y unidades de fuerzas especiales: los comandos, los equipos lanza misiles y los artificieros, o expertos en explosivos. Las unidades regulares, que básicamente son fuerzas de infantería, se dividen por distritos entre Gaza, la Ribera Oeste y las células clandestinas en Israel y Jerusalén. En la Ribera Oeste, o sea en el territorio de la ANP, que no reconoce a Hamas, hay subdistritos divididos en aldeas con sus células clandestinas, a su vez. Y en Gaza se desplegaban las siguientes brigadas: Brigada Norte; Brigada Centro; Brigada de la ciudad de Gaza; 1ª Brigada del sur y 2ª Brigada de Sur. El total de los efectivos antes de la guerra era de 18.000 soldados y 600 oficiales, que formaban 24 batallones, de los que Israel afirma que solo quedan 6 en Rafah.
El Estado mayor de Hamas, que está formado por militares profesionales, sabe que no puede invadir Israel, porque la IDF (Fuerzas de defensa de Israel) tiene el dominio total del aire, el mar y la supremacía absoluta en tierra en blindados, artillería e infantería. Por esa razón, desde su inicio, Hamas combinó la posible guerra convencional, para la que se preparó durante años, con el terrorismo, basado en los shaheed, o soldados suicidas, avalados y bendecidos por las autoridades religiosas en el marco de la yihad, o guerra santa, que da el acceso al mártir al paraíso.
Los suicidas suelen ser hombres solteros de entre 19 y 25 años, que provienen de familias muy religiosas y tienen un nivel cultural medio o bajo. Pero también se han reclutado niños y mujeres. Las mujeres, al contrario que en todas las demás actividades de su vida, no necesitan permiso del hombre para ofrecerse como suicidas. Como establece el artículo 12 del reglamento de Hamas: «una mujer puede ir a luchar sin permiso de su marido, tal y como puede hacerlo el esclavo (según el Corán)». Y tal y como dijo Abdel Aziz Rantisi a fines de agosto de 2001 en una entrevista en la televisión Abu Tibi: «no hay razón por la que los ataques suicidas deban ser monopolizados por los hombres». Las mujeres no violarían las normas de la castidad, la sumisión, el honor, y el respeto a los hombres si se ofreciesen para esas misiones. De hecho se ofrecieron también mujeres casadas, que así podían ser tan puras como los hombres, porque la sangre limpiaría la impureza de ser mujer, como limpia la de los chicos víctimas de abusos sexuales por parte de otros hombres.
Hamas se considera en guerra con Israel, y propone destruir a ese estado y arrojar a sus 8 millones de habitantes al mar. Sus tácticas terroristas son las habituales: coches bomba, terroristas suicidas con chalecos, con armas de fuego, cuchillos, disparos de misiles, cohetes, ataques con fuego de morteros y drones. Todo ellos ejecutados de forma rápida, por sorpresa, e intentando que sus soldados puedan volver a sus bases, habiéndose dado intentos de difundir con suicidas la hepatitis B, o de intentar envenenamientos masivos con cianuro.
Una táctica fundamental es el secuestro. Y es así por dos razones. La primera porque demuestra la capacidad de penetrar la frontera de Israel, y la segunda porque permite el chantaje y la negociación. Hamas sabe que los israelíes se sienten sitiados, rodeados de árabes por todas partes y que Israel quiere hace patente su superioridad mediante el mito de la invulnerabilidad. Israel no se podía permitir perder ni un soldado, y siempre debería negociar la liberación de cada prisionero. Esta sería una de las bazas que manejó en su operación de octubre 2023. La otra era saber que las contramedidas israelíes suelen ser desproporcionadas en su violencia, para mantener una imagen de superioridad no exenta a veces de racismo. Lo que se buscó en este caso era una respuesta cuanto más desproporcionada mejor.
«No dicen que vayan a enviar profesores a Gaza, ni a traer estudiantes con becas. Y mucho menos no proponen ninguna medida real, como, por ejemplo, traer a Galicia mil familias de pastores y agricultores, ofrecerles casas, tierras y ganado, y repoblar nuestros campos en agonía. Eso sería enfrentarse a una realidad que es mejor ignorar»
Durante años Hamas preparó su mega-atentado. Acumuló armas, municiones de infantería, misiles y municiones de artillería de pequeño calibre. Y creo una red de túneles desde el norte al sur de la Franja de Gaza, con un coste estimado de 1.000 millones de dólares. Túneles de hormigón con electricidad, estancias, arsenales y centros de mando, que le permitiría moverse por todo el territorio, y utilizarlos como escondites para el gran secuestro de rehenes.
Además creó un sistema logístico con bases en escuelas, hospitales, y centros de todo tipo, cuando fuese necesario, utilizando para desplazarse ambulancias y moviéndose siempre amparados – por la fuerza de su policía o voluntariamente – por la población civil, lo que los haría incontrolables hasta el final.
El plan de ataque consistió en salir en territorio israelí desde túneles excavados hasta dentro de él, hacer una masacre indiscriminada, para demostrar: a)- que se puede hacer, y que Israel no es invencible; b)- para infundir el terror y sembrar la sensación de inseguridad; c)- para capturar unos cientos de rehenes utilizados como escudo, como único medio de poder prolongar la guerra; y d)- para provocar una respuesta desproporcionada de Israel, que causase miles de víctimas civiles, provocase una crisis humanitaria que desprestigiase a Israel en el mundo y obligase a los países árabes a declararle la guerra hasta el fin.
Si Egipto, sobre todo Turquía, Jordania, Irak e Irán atacasen a Israel, podrían, a día de hoy, intentar acabar con él. Pero Israel posee 70 armas nucleares, que podría lanzar sobre varias capitales: El Cairo, Damasco, Teherán… Si lo hiciese y Rusia o China atacasen a Israel, EEUU contratacaría de modo masivo, pues no tendría otra opción, y habría estallado la III Guerra Mundial, que Hamas podría asumir como riesgo potencial, basándose en la idea de yihad y el principio que dice que los judíos y cristianos aman la vida, pero los musulmanes aman la muerte. Por eso los musulmanes son superiores.
Hamas preparó una campaña de imagen mediante el Palestinian Information Center, que dispone de páginas web en inglés, francés, árabe, ruso, farsi, urdu e indonesio. En esa guerra de información su idea sería no exagerar la bajas israelíes: 1,200 muertos en los atentados y unos 270 soldados caídos en combate, frente a sus 18 batallones aniquilados, sino en exagerar sus propias víctimas, de las que de hecho solo hay información, imposible de contrastar, del ministerio de sanidad de Hamás. En esa guerra de imágenes cuantas más víctimas propias mejor, y cuanta más desproporción israelí, también.
Iniciada la guerra Hamas no podría renunciar a los rehenes. Su existencia impide que Israel inunde o introduzca gases, del tipo que sean, en los túneles. La población israelí, y parte de los generales de su ejército, saben que no es aceptable sacrificar a esos rehenes, pues eso supondría una victoria para Hamas, que podría volver a repetir la operación. Los daños sobre la población civil son tan grandes que se acusa solo a Israel de violar las leyes de la guerra, cosa evidente, olvidándose que capturar rehenes y amenazar con su muerte es una violación flagrante del derecho de guerra. ¿Alguien podría imaginar que Israel amenazase con matar a los 6.000 prisioneros de Hamas, tal y como hizo Alemania en Rusia y otros países ocupados en la II Guerra Mundial? Evidentemente no.
¿Cómo planificó Israel la ofensiva? Primero movilizó su ejército, cosa que puede hace transformando sus brigadas en divisiones en 48 horas. Luego inició una ofensiva terrestre con apoyo aéreo, naval y artillero masivos, causando una destrucción desproporcionada y creando una crisis humanitaria, prevista por Hamas.
Cuando se ataca una ciudad, con o sin población civil, hay que saber que sus edificios se convierten en posiciones defensivas. Pueden destruirse total o parcialmente. Como totalmente no es posible, una destrucción parcial empeora las cosas, porque las ruinas se convierten en trincheras fácilmente defendibles. Para que la ofensiva fuese viable debía cumplir las siguientes condiciones: a)- ser rápida, b)- efectiva, c)- estar planificada con una gran información proporcionada por la inteligencia propia, d)- minimizar las bajas propias, y e)- minimizar las bajas civiles del enemigo y optimizar sus bajas combatientes.
«Durante años Hamas preparó su mega-atentado. Acumuló armas, municiones de infantería, misiles y artillería de pequeño calibre. Y creó una red de túneles desde el norte al sur de la Franja de Gaza, con un coste estimad de 1.000 millones de dólares. Túneles de hormigón con electricidad, estancias, arsenales y centros de mando»
Se debería tratar de lograr que la población civil no diese apoyo y acogiese a los combatientes, porque viese que ya no tiene sentido, y que lo mejor es entregarlos o facilitar su captura, creando así una quinta columna. En este caso, eso iba a ser muy difícil por el control férreo de la policía de Hamas sobre la población.
Israel inicia la campaña con un gran abuso de la potencia de fuego, que le permite neutralizar a la mayor parte del ejército de Hamas. La población de la Franja además depende de él para sus suministros de electricidad, internet y alimentación, hasta el punto de que eran necesarios entre 800 y 900 camiones diarios de suministros, que entraban por los puestos fronterizos. Israel utiliza ese arma y tiene la suerte de que ningún país árabe reacciona ni amenaza con la guerra, y de que Egipto y Jordania impiden que los palestinos crucen sus fronteras. Pero la operación se alarga demasiado. Se pacta una tregua que ambos bandos utilizan, como siempre se hace, para reorganizarse y rearmarse, y para mejorar un poco la situación de la población civil. Pero la tregua se rompe, porque nadie, ni Rusia, ni China, ni los EEUU, ni Europa, ni los países del Golfo, tiene el suficiente interés en presionar a los contendientes, que no pueden mantener una guerra de larga duración.
La ONU, por su parte, no ofrece cascos azules, como al final se hizo en Yugoslavia, ni exige la retirada de Israel y la salida de Hamas de la Franja de Gaza, porque a nadie le interesa asumir ese gasto. La situación empeora en mayo de 2024. Israel dice que en Rafah quedan 6.000 muyahidines, el mando de Hamas y los rehenes, y planea una operación final. Pero si la hace abusando del fuego, desplazando a los civiles y sin discriminar bien los objetivos crearía una catástrofe como otras grandes catástrofes de la historia. Y esa catástrofe podría provocar la generalización de la guerra, que es lo que quiere Ismail Janiya, que endurece su postura cada vez más, según la situación va empeorando.
Parece que a finales de mayo de 2024 la situación no tiene salida para Israel. Lo que quede de Hamas podrá pasar del sur al norte y del norte al sur hasta el agotamiento, en medio de la población civil, sin que se liberen los rehenes. Para Israel, como dicen algunos de sus generales, un administración militar o civil de la Franja sería un disparate que agotaría sus recursos y sus fuerzas, amenazadas desde el norte por Hezbollah, que es una parte orgánica de la Guardia Revolucionaria iraní. Por eso solo una decidida intervención internacional podría poner fin a esta catástrofe.
Pero parece que a nadie le interesa con la guerra de Ucrania de por medio, a la que los EEUU acaban de destinar en mayo 60.000 millones de dólares en armas y municiones y que los EEUU y Europa parece que quieren que siga por años, mientras piden el alto en el fuego en Gaza, donde viven unos pobres musulmanes palestinos y no unos supuestos europeos ucranianos, que supuestamente nunca habrían tenido históricamente nada que ver con Rusia.
Las guerras de Ucrania y Gaza han sido dos obras maestras de la desinformación y la manipulación política por parte de Occidente. Sus políticos y su población parecen haber decidido solo ponerse un pañuelo, en el caso de Gaza, o lamentar la destrucción de un país que no está ni mucho menos destruido en el caso de Ucrania. Y es que a Occidente las guerras le dan mucho asco, y por eso solo le sirven si están lo suficientemente lejos para mirarlas con la misma autosatisfacción que la del rico que da limosna al pobre en el caso citado por Hegel. Los occidentales piensan:
-A nosotros eso no nos va a pasar.
-Y si nos pasase ganaríamos, porque somos mejores, más ricos y más inteligentes.
Creen los jóvenes que, si ellos no quieren, no irán nunca a la guerra, porque nadie puede obligar a nadie a hacer lo que no quiere. No saben que, aunque a ti no te importe la guerra, a la guerra sí que le puedes importar tú, si empieza. Mientras tanto con ponerse un pañuelo, corear consigas que nadie de aquellos a los que se refieren puede escuchar es suficiente. Sobre todo si lo que dicen es lo que dice un gobierno oportunista, cuyas ministras y ministros encabezan manifestaciones. ¿Contra quién las encabezan, contra la oposición y contra una autoridad que es la suya propia?
Durante siglos las revueltas y manifestaciones se dispersaban por la fuerza. En los últimos años, los casos en los que se manifiestan los políticos, una buena manifestación debe tener unas coreografías, unas camisetas, para disimular su propia banalidad, y unos lemas que se puedan olvidar en unos días. Mientras, periodistas turiferarios (véase el diccionario) y profesores y seudo intelectuales maestros en la genuflexión cantan las glorias de unas poses que nunca vieron los siglos.