6 abril, 2024
Vivimos malos tiempos. La crónica diaria, o casi diaria, nos presenta la sangrienta noticia del asesinato de una mujer, a manos de un desalmado que se llama hombre. Desde el año 2003 al actual, hay datos estadísticos que nos hablan de 1,182 mujeres asesinadas por sus llamados maridos. Todo un horror marcado por un uxoricidio irracional que se apropia el inexistente derecho de matar . Y ya es hora de pararse a reflexionar sobre la las causas de tan luctuosa realidad.
No puede ser que un descalabro social de tal magnitud no tenga sus propias causas. Con seguridad, tendrá más de una: la causa inmediata de la ejecución de tantas víctimas, con sus inevitables circunstancias de dolor y cierta desesperación y las causas remotas que están ahí, en silencio y soledad desconocida, pero que existen, como se ve, si nos paramos a considerar como los hechos se repiten y aumentan cuantitativamente. Así como los ríos no nacen, de repente, sino que precisan de afluentes, de igual modo, la repetición de actos inmorales y mortales, despreciando la vida de los demás, deben tener un trasfondo original, en el medio donde se desarrollan.
En este caso, la misma sociedad. Hay, en ésta, un sinnúmero de posibles comportamientos que, sin duda, subyacen, se les deja pasar, se les pierde de vista y se pudren, como las aguas estancadas, donde habitan los miasmas. La vida es el tesoro común de todos los seres animados. La tienen dada gratis por su Creador. El hombre la tomó, con desprecio, y salió Caín al escenario de la tragedia humana , la muerte. Fue el primer asesinato. Un fratricidio. La causa inmediata fue la envidia y el rencor. La causa remota la desobediencia perpetrada bajo los árboles de un Paraíso. En el uxoricidio, la causa inmediata es el arma homicida, pero quien la maneja es el uxoricida que obedece a la causa remota de una libertad mal entendida, de la falta de amor, de la soberbia, de la venganza y mala conciencia. Luego están los tiempos actuales que corren más de prisa que lo necesario y conveniente, galopando en la rápida carrera, en busca de un progreso que no alcanzan, porque es otro.
Existen demasiadas carencias formativas acordes con la ética. Hay mucha cultura de taberna y discoteca. En la enseñanza, se practica demasiado el ideologismo político y se olvida el principio de la libertad de pensamiento, honradez y buen ejemplo. Los que obtienen de la política su modo de vivir componen gobiernos a medida de sus intereses y se quedan en discursos hueros, pretendiendo gobernar, a su antojo, el bienestar de nuestras almas. Trastocan el sentido de las palabras y predican, en lugar de la limpia libertad, el espurio y fatal libertinaje, el sexo sin amor, el trato sin humana caridad. Y a todo esto, hay mucho miedo, en tan convulsa sociedad.