18 junio, 2024
Pocos puntos del planeta, y definitivamente de Europa, generan tantos asuntos de actualidad y repercusión como Francia. Un día son las elecciones europeas, otro es Macron anticipando las elecciones legislativas, un día es Marine Le Pen y al siguiente día es el retorno del exvicepresidente François Hollande a modo de hijo pródigo al rescate de la democracia. Lo único cierto es que la nación vecina tiene a todo el continente en vilo ante lo que pueda suceder.
A pesar de todo este contexto, siempre está el fútbol. El fútbol, o al menos eso creen los más románticos, lo cura todo, es anestesia y unión, no distingue entre nada más que la pasión y el apoyo incondicional a unos colores y la masa que la conforma y hace que, al menos por un rato, la gente deje a un lado todo lo demás.
Y quizás los franceses esperaban que precisamente el fútbol lo curase todo, que fuese una suerte de antídoto y que el combinado nacional diese una alegría a unos aficionados que viven con tanta emoción la Eurocopa como incertidumbre la situación en el país.
Pero no. Quizás el futbol, al menos por el momento, no lo cura todo. Primero, porque la grieta y la tensión social y política entre la sociedad gala parece tal que hasta los futbolistas de la selección se vieron obligados a pronunciarse en rueda de prensa al respecto. Primero, Marcus Thuram. Después, y generando muchísima más repercusión aún con sus palabras, Kylian Mbappé.
Segúndo, porque la vorágine informativa dejó entonces paso a un encuentro en el que Francia no firmó su mejor actuación, sufrió más de la cuenta para derrotar a Austria, el propio Mbappé se retiró antes de tiempo por un fuerte choque contra el defensor Danso donde se fracturó la nariz y todo quedó en unos tres amargos puntos que ni sirven al conjunto francés para reivindicarse como favorita al título ni, a la postre, habrán llevado un mísero pellizco de alegría a la afición bleu.
Sea como fuere, y como venimos haciendo con motivo de la celebración de la Eurocopa, trataremos de poner de manifiesto el carácter internacional de una Galicia que guarda infinidad de conexiones y lazos con diversas naciones europeas, tanto futbolísticos como culturales e históricos.
Así, en el día de hoy, haremos lo propio con la vecina Francia.
Aquí van algunos vínculos que unen a la comunidad gallega con el país galo o, dicho de otro modo, algunas razones por las que los gallegos deberían (o quizás no) apoyar a Francia.
TRADICIÓN XACOBEA
Santiago siempre es un buen punto de partida para encontrar interminables vínculos con territorios de lo más diverso, y el Camino es una de las principales razones, y es que no se puede hablar de la peregrinación y la tradición Xacobea sin hacer referencia al Camino Francés.
Este representa la ruta más popular y concurrida de peregrinación hacia Santiago, que además es también la de mayor tradición, existiendo menciones a la misma ya en el mítico Códice Calixtino.
En la Edad Media este consolidó definitivamente como la principal vía de acceso para los peregrinos europeos, especialmente los propios franceses, que cruzaban los Pirineos para dirigirse posteriormente a la capital compostelana recorriendo para ello todo el norte de España. El Camino fue convirtiéndose entonces en un vehículo de intercambio cultural y religioso en el que Francia jugó un papel ciertamente decisivo. No solo los peregrinos franceses acabaron solo por bautizar esta ruta, sino que la propia nobleza francesa promovió la misma a través de la construcción de monasterios, hospitales o albergues para los peregrinos.
Al igual que otras ubicaciones compostelanas como la Rúa do Franco, el nombre del propio Camino Francés está ligado precisamente a la gran presencia de peregrinos y viajeros procedente del país.
LA DICHOSA HISTORIA
Sí, quizás no sea el mejor argumento para despertar simpatía hacia Francia en los gallegos, pero los hechos son los hechos: nuestra Galicia y la France no se llevaron especialmente bien durante algunos momentos no tan lejanos.
El mejor ejemplo, al igual que en clave española, es el de la Guerra de Independencia. El conflicto, entre 1808 y 1814, hizo de Galicia un feudo con una gran importancia estratégica, haciendo que nuestro territorio fuese el escenario de intensos enfrentamientos militares.
Las tropas napoleónicas comenzaron a tomar varias ciudades gallegas y provocaron numerosos levantamientos en la comunidad gallega, cuya sociedad civil se unió en armas y rechazo frente al invasor francés.
La Batalla de Elviña, la del Valle de Monterrey, Puente Sampayo o la misma Reconquista de Vigo son algunos de los episodios que hicieron de Galicia un escenario de estrepitosa derrota para las tropas napoleónicas.
«Esta maldita guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se relacionan con este nudo fatal: destruyó mi autoridad moral en Europa, complicó mis dificultades, abrió una escuela a los soldados ingleses… esta maldita guerra me ha perdido», llegó a afirmar el propio Napoleón Bonaparte.
Paradójicamente, más tarde fue la propia Francia la que se convirtió en un destino habitual para el exilio de diferentes políticos e intelectuales en el marco de la Guerra Civil y la posguerra. Fue el caso de Manuel Portela, quien fue presidente del Consejo de Ministros durante la Segunda República Española, o Santiago Casares Quiroga, padre de la mítica actriz María Casares y quien fue precisamente el último presidente del Consejo de Ministros antes de la Guerra, entre muchos otros.
En este sentido, el informe Valière del propio Gobierno francés cifró en 440.000 el número de refugiados españoles en el sur de Francia en aquella época.
LA BRETAÑA FRANCESA
Las similitudes y conexiones culturales entre esta región francesa y Galicia son bien profundas, siendo las raíces celtas de ambos territorios y el pasado común de los dos pueblos el mejor ejemplo. Geográficamente, ambas comparten una ubicación idéntica, en la esquina noroeste de sus respectivos países y ya no solo eso, sino que allí podemos encontrar otra Fisterra cuya denominación tiene la misma raíz y significado. Así, el departamento de Finistère se ubica en el extremo occidental de la propia Bretaña y tiene como capital la ciudad que Quimper.
También podemos destacar la gran tradición marítima de ambos territorios, algo que hace que las conexiones también se puedan encontrar en el ámbito gastronómico. Bretones y gallegos cuentan además con sus respectivos idiomas propios e, incluso, los primeros también tienen la gaita como su principal instrumento en la música popular bretona, si bien la suya se conoce como binioù, junto con la bombarda. Por si no fuera suficiente, el baile tradicional también despierta similitudes con la muiñeira.
IMPACTO CULTURAL
Hablar de Francia en el aspecto cultural y artístico supone referirse a una de las mayores fuentes de creatividad e inspiración a lo largo de toda la historia de la humanidad. Tanto es así que hablar de la influencia francesa resulta prácticamente inabarcable y también sucede en clave gallega. Desde la arquitectura hasta la literatura, pasando por las artes plásticas o incluso el cine y la música se pueden encontrar innumerables vínculos entre Francia y Galicia a través de artistas, obras y lugares.
Si hablamos de nombres propios, bien gallegos o bien aquellos que tienen una conexión con ambos territorios, la lista es casi inagotable: la leyenda del teatro francés María Casares; una Emilia Pardo Bazán que escribió durante años para la Revue politique et littéraire, conocida posteriormente como la Revue Bleue, uno de los títulos imprescindibles en la prensa en francés; el pintor Manuel Colmeiro; el célebre Alfonso R. Castelao o una obligada mención a Pablo Picasso son solo algunos ejemplos.
HABLEMOS DE FÚTBOL
Si la cuestión es cuál es el vínculo entre el fútbol francés y gallego, lo cierto es que también podemos establecer un buen número de ellos.
Los galos han dejado una impronta de luces y sombras en tierras gallegas. En lo positivo, un ejemplo es el Celta de Vigo, por donde han pasado un buen número de futbolistas franceses. En la lista de históricos aparece por ejemplo Richard Dutruel, guardameta que defendió la portería de Balaídos durante cuatro temporadas (1996-00). A la postre, su paso por Vigo le valió fichar por el Barcelona.
Otro crack francés que vivió un exitoso paso por la ciudad olívica (1998-00) fue Claude Makélélé. Incansable mediocentro de condiciones físicas portentosas, hizo las delicias del público celeste hasta que el Madrid vino para llevárselo. Allí ganó prácticamente todo y se convirtió en uno de los mejores centrocampistas defensivos del mundo, saliendo más tarde al Chelsea.
Los buenos recuerdos de Vigo son más bien pesadillas en A Coruña, que siempre ha arrastrado un cierto gafe con los futbolistas galos. El mejor ejemplo de ello es el de Sylvain Wiltord, legendario delantero que fichó por el Depor (1996), pasó un mes en la ciudad herculina sin ponerse si quiera la camiseta y se fue tras ser traspasado de nuevo al Girondins de Burdeos… El bueno de Wiltord llegó a decir por aquel entonces que prefería retirarse antes que jugar para los coruñeses.
Más tarde se convirtió en héroe nacional con su agónico gol en la final de la Euro 2000 frente a Italia y fue durante un tiempo el fichaje más caro en la historia del Arsenal. Para el Depor, al poco de su marcha, llegaría la etapa más gloriosa de la historia del club, por lo que al final esta no fue ningún drama en A Coruña.
En este punto, incluso podemos destacar alguna anécdota más que curiosa como es la de Claudio Beauveu. El extremo tiene el dudoso honor de ser el único jugador francés en haber cometido la traición de jugar tanto para Celta de Vigo (2016-20) como para Deportivo de la Coruña (2020-21). Igual de curioso es el hecho de que el jugador es nativo de Guadalupe, un archipiélago de las Antillas, en el mar Caribe, que forma una región de ultramar de Francia y que cuenta con una modesta selección nacional de fútbol que el propio Beauveu llegó a representar.
A nivel de clubes, Francia y Galicia también comparten un pasado juntos, y este tampoco es precisamente memorable para nuestra comunidad. Podemos hablar de la escandalosa goleada (8-3) que le endosó el Mónaco al Deportivo en la Champions League del 2003 e, igualmente, también destaca un episodio negro para Vigo en clave europea; cuando el Celta se quedó a un paso de las semifinales de la Copa de la UEFA en 1999, de las que fue apeado por un Olympique de Marsella que les derrotó en Francia (2-1) y amarró el empate en Balaídos (0-0).