1 agosto, 2024
La Audiencia de Pontevedra ha condenado a doce años de prisión a un hombre que en 2018 intentó asesinar a su expareja después de que ella se negara a retomar la relación que ambos habían tenido durante 25 años, disparándole en dos ocasiones.
Los hechos ocurrieron, según las magistradas de la sección cuarta de la Audiencia pontevedresa, tras los «reiterados rechazos y negativas» a sus peticiones de perdón y de reanudar la relación sentimental, «consciente de que la ruptura era definitiva».
El tribunal le considera autor de un delito de tentativa de asesinato, de maltrato habitual, de quebrantamiento de condena y de tenencia de armas prohibidas.
Junto con la pena de prisión, el acusado no podrá comunicarse con la víctima por cualquier medio durante 26 años, debiendo llevar un dispositivo de control telemático y tendrá que indemnizarla con 100.000 euros.
Las magistradas consideran probado que el acusado mantuvo una relación sentimental durante 25 años con la víctima hasta su ruptura, en agosto de 2018.
«Casi desde el inicio de su relación y, en mayor medida, desde el año 2015», sostiene el tribunal, él sometió a la mujer, siempre en el domicilio común y en presencia de la hija de ambos, «a continuas humillaciones y menosprecios, iniciando constantes disputas relativas a las decisiones domésticas, personales y a la educación de la hija en común, en las que le gritaba e insultaba».
La sala subraya que la controlaba con una actitud «sumamente celosa y violenta» y entre otras conductas que recoge la sentencia, relata que rompía los enseres domésticos, la empujaba, la cogía por el cuello, y le propinaba golpes y bofetadas.
De esta forma, según las magistradas, «vulneraba su personalidad y su autoestima, consiguiendo crear un clima de terror para que acatara todas sus decisiones, doblegando su voluntad, anulada por el profundo miedo que su pareja le infundía por su carácter violento y dominante».
En la resolución, además, destacan que el acusado incumplió las penas de prohibición de aproximación y de comunicación que le impusieron a partir del mes de noviembre de 2018, «sin importarle la ineficacia de la resolución judicial que las imponía».
En una de esas ocasiones, el 5 de diciembre de 2018, fue al domicilio de su expareja, pese a la existencia de la pena de alejamiento que se lo prohibía, esperó a su llegada y entró en la vivienda «con la decidida voluntad de acabar con su vida».
Las juezas consideran acreditado que el condenado fue a la habitación donde la víctima estaba acostada y, blandiendo un cuchillo de cocina, «le recriminó que le hubiera denunciado y le anunció la muerte», llegando a ponerse sobre ella y a colocarle un cuchillo en el cuello.
Acto seguido, salió de la habitación, cerró la puerta de la vivienda con llave, bajó las persianas de toda la casa, y, sorpresivamente, «se abalanzó sobre ella y le golpeó con el cañón de un revolver en el lado derecho de la cara y le disparó, sin perforarle, porque la víctima le golpeó la mano y desvió el tiro, consiguiendo que la munición sólo le arañara la mejilla».
A continuación, según la sentencia, intentó ponerle la pistola en la sien y le disparó de nuevo, consiguiendo la mujer, con su forcejeo, que el tiro le alcanzara en el lado derecho del cuello.
Tras ello, la mujer se quedó en la cama fingiendo estar inconsciente y el procesado se disparó a sí mismo, circunstancia que aprovechó la víctima para salir de la habitación, pero no de su domicilio porque el condenado había cerrado la puerta «para asegurar la culminación de su intención de matarla y que ella no pudiera escaparse», por lo que pidió auxilio por la ventana.
La sentencia no es firme y contra ella cabe presentar recurso ante el Tribunal Superior de Justicia de Galicia.