17 junio, 2024
855.- El rey D. Alfonso confirma al obispo Ataulfo en la silla iriense, y todos los privilegios que este tenía.
Adulfo II, o Ataulfo, fue el tercer obispo de Iria-Compostela entre los años 855 y 876, cuando la sede episcopal se encontraba todavía en la localidad de Iria, recién descubierto el sepulcro del Apóstol Santiago.
Ataulfo, hombre de probada santidad, hubo de sufrir el continuado acoso de los ataques normandos a la costa gallega, por lo que solicitó del papa Nicolás I la conveniencia del traslado de la sede de Iria a Compostela, lo que así se autorizó. De igual modo, quiso enfrentarse al clima de laxitud en las costumbres cristianas, con desórdenes, desenfrenos y abusos por gentes del clero extremando la disciplina eclesiástica. Tal actitud le valió la animadversión de su propio clero y hasta la acusación, a través de servidores suyos –Zadán, Cadón y Acipilón- , de una tendencia sodomita que se denunció ante el rey, quien lo apresó y ante las alegaciones exculpatorias del obispo decidió someterlo al “Juicio de Dios”
A tal efecto, relata la Historia Compostelana, “el Rey ordenó que fuera expuesto a un indómito y muy feroz toro delante de todo el Consejo con intención de que el reo fuese despedazado por el ímpetu de la enfurecida beztia. De modo que el obispo, revestido con la casulla pontifical y luego de oficiar la misa, se enfrentó al animal “efectivamente muy irritado por las trompetas y los perros de los cazadores”, pero el toro “cuando lo vio, de indómito se apaciguó y espontáneamente puso sus cuernos en sus manos y así el santo de Dios escapó ileso” mientras todos los presentes prorrumpían en aclamaciones de admiración ante la manifiesta prueba de su inocencia. El milagro, que habría de convertirse en legendario, fue recogido en un romance de la Crónica General de Alfonso X.
Ataulfo renunció a la sede episcopal y se retiró al lugar asturiano de Grau, donde pasó los últimos años de su vida y donde, en la iglesia de Santa Eulalia de Mata, reposan sus restos, santificados por la colectividad cristiana. Los cuernos del toro permanecieron largo tiempo colgados de las bóvedas de la catedral de Oviedo.
1271.- Carta escrita en Murcia por Alfonso X al obispo de Mondoñedo, D. Nuño Pérez, participándole las quejas que contra dicho prelado tenían, sobre concesión de bienes, los vecinos de Castro de Oro.