20 julio, 2024
1884.- Cuatro de la tarde del día 21 de julio. El buque-correo Gijón, que enlazaba España con Puerto Rico y La Habana parte del puerto de A Coruña con correspondencia, una partida de sacos de harina, 300 toneladas de carbón, 114 pasajeros y una tripulación de 80 personas. El barco también contaba con botes salvavidas con capacidad para 356 personas. Al mando del buque estaba el capitán Baldomero Iglesias, que se había hecho cargo del mismo apenas tres meses antes.
Dos horas más tarde, tras pasar por Islas Sisargas y a la altura de cabo Vilán, se interna en un banco de densa niebla, por lo que reduce la marcha y hace sonar repetidamente el silbato.
El segundo barco protagonista, el Laxham, era un vapor británico de carga. Había salido del puerto ruso de Tangarog, en el Mar de Azov, con un cargamento de trigo, rumbo a Rotterdam (Holanda), y con 24 personas a bordo. A las tres menos cuarto de la tarde del desastre, el Laxham entró en el espeso banco de niebla y navega a media máquina.
Las ocho de la tarde fue la hora fatal. A 30 millas al Este de la Torre de Hércules, por la proa del Gijón apareció como un fantasma un buque que atravesaba su camino, lo que hizo que la colisión fuera inevitable a pesar de los últimos esfuerzos de ambos capitanes por cambiar sus rumbos. El vapor español abordó al inglés en ángulo recto, llegando a estar unidos unos minutos, lo que hizo que muchos tripulantes del Laxham pasaran hacia el ‘Gijón’ (incluidos el capitán, su mujer y su hijo), sabedores de que su buque estaba a punto de hundirse. Y así fue, nada más separarse los barcos, el inglés se hundió sin remisión. Idéntica suerte de hundimiento amenazaba al Gijón, por lo que el capitán ordenó el despliegue de los botes salvavidas, pero el pánico desatado entre los pasajeros de uno y otro barco, hasta el punto de cruzarse navajazos, impidió que todos pudieran subirse a los referidos botes. El resultado fue 116 fallecidos, 110 del Gijón y sólo seis del Laxham.
Pero durante varios días se pensó que las víctimas habían sido muchas más, ya que muchos supervivientes fueron rescatados por otros barcos de la zona y desembarcados en puertos extranjeros. Así, un bote con 56 personas fue rescatado por el español Santo Domingo, que los desembarcó en La Coruña; otro bote con 16 supervivientes lo fue por el británico Nelson Hewertson, que los acercó hasta Muros; una lancha con 13 personas fue localizada por el francés Ville de Valence, desembarcando a los pasajeros en Londres, y un último bote con 17 personas lo recogió el británico Zoe, que los llevó a Darmouth, al sur del Reino Unido.
Este suceso, dicen las crónicas de la época, influyó en la aprobación del proyecto de mejora del faro de la Torre de Hércules, con su puesta en servicio en 1896.