17 julio, 2024
La escritora y editora Rosa Regàs, ganadora de prestigiosos galardones literarios como los premios Nadal y Planeta, ha fallecido este miércoles por la tarde a los 90 años. La novelista catalana, muy popular también por su aparición en la serie basada en su libro ‘La abuela de verano’, se ha apagado después de publicar este mismo año el libro ‘Un legado’, una conversación con la periodista Lídia Penelo.
Licenciada en Filosofía y Letras por la Universitat de Barcelona, es autora de novelas como ‘Memoria de Almator’, ‘Azul’ -con la ganó el Premio Nadal en 1994-, ‘Luna lunera’ y ‘La canción de Dorotea’ -con la que recibió el Planeta en 2001.
La escritora presentó a finales de mayo el libro memorialístico ‘Un legado. La aventura de la vida’, que publica Navona en castellano y catalán, con la periodista Lídia Penelo, que la ha entrevistado semanalmente en su masía ampurdanesa y ha transcrito las conversaciones.
Fue una de las grandes figuras del mundo editorial y parte activa del movimiento cultural barcelonés que aglutinó a autores, editores e intelectuales. Trabajó con Carlos Barral, fundó su propia editorial, Gaya Ciencia, trabajó como traductora en la Organización de las Naciones Unidas. Ex directora de la Biblioteca Nacional y ganadora de premios literarios como el Nadal y el Planeta, Rosa Regás fue una figura clave en una época cultural y editorialmente mítica.
Como ella misma contó en sus memorias, publicada en tres volúmenes, comenzó a. escribir de forma tardía, con 50 años. Ya casada y con dos hijos, se matriculó en la Universidad, donde coincidiría con Miguel Barceló, Salvador Clotas y Paco Rico; los mismos en los que conoció a Carlos Barral, Manuel Vázquez Montalbán o Jaime Gil de Biedma. Regàs fue, también, la mujer que jugó al ajedrez con Marcel Duchamp en Cadaqués. Vivió el franquismo, el inicio de la democracia en España y también la expansión del nacionalismo catalán, al que criticó durante la eclosión del independentismo.
Licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona, en 1964 comenzó a trabajar en Seix Barral y en 1969, fundó La Gaya Ciencia, dedicada a literatura, arquitectura, política y poesía, así como Ediciones Bausán, de literatura infantil. En 1973, comenzó la colección de libros de bolsillo para niños Moby Dick. Además, en esa misma época, dirigió ‘Cuadernos de la Gaya Ciencia’ y ‘Arquitectura Bis’.
«En aquel entonces estábamos comprometidos con la profesión. Carlos Barral es uno de los grandes genios de la edición. Hay otro muy importante, que fue José Janés. En aquellos años él creó los Premios Internacionales de Literatura y el Premio Formentor, con editoriales del valor que tenían Einaudi, Gallimard… Pero también lo viví con Arquitectura Bis, una publicación comprometida con el movimiento moderno», escribió en ‘Amigos para siempre’, la tercera entrega de sus memorias.
En 1983, pasó a ser traductora en la ONU. Durante estos años, el escritor Carlos Trías que dirigía una colección de Ciudades de Ediciones Destino, le propuso que escribiera un libro basado en Ginebra, lugar donde residía debido a sus ocupaciones como traductora. En 1987, como parte de esa colección, salió a luz su primer libro.
En 1991, Rosa Regàs publicó su primera novela ‘Memoria de Almator’ basada en la transformación que experimenta una mujer hacia la edad adulta. En 1994 fue nombrada directora del Ateneo Americano de la Casa de América de Madrid. También ese año ganó el premio Nadal por su novela ‘Azul’, y además, publicó ‘Viaje a la luz del Cham’, basado en las experiencias que vivió durante un viaje a Siria.
En 1997 publicó ‘Desde el mar y la guía España: una nueva mirada’ y dos años después ganó el Premio Ciudad de Barcelona por su novela ‘Luna lunera’. En 2001 gana el Premio Planeta con la novela La canción de Dorotea, en la que utilizó dos personajes femeninos para proponer un fresco de la España del siglo XX.
Tanto en sus libros de ensayo como en sus novelas, fijó posiciones políticas basas en el compromiso. También en su actitud vital. Desde la clave autobiográfica de Azul (Destino, 1994), La canción de Dorotea (2001) o Música de cámara (2013), novela con la que ganó el premio Biblioteca Breve y en la que narra la historia de un amor truncado entre una mujer de herencia republicana y un joven de clase alta en la posguerra barcelonesa, hasta libros como ‘El valor de la protesta’ (2004) y ‘La desgracia de ser mujer’, un ensayo que aborda el machismo desde el punto de vista económico, político y social.
Con la llegada del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, Rosa Regàs fue fichada por Leire Pajín y Carmen Calvo para dirigir la Biblioteca Nacional de España en mayo de 2004. Su paso por la gran casa de los libros fue polémico y tuvo que dimitir en 2007. Armada de buenismo rousseauniano y dotada de una brújula ideologica que no pudo corregir su falta de experiencia en la gestión, quiso virar el rumbo de la Biblioteca, «democratizando el acceso de todos los lectores» sin atender a las advertencias, y rebajó los estándares de seguridad.
Las medidas demostraron que Rousseau era muy mal compañero de viaje para controlar el acceso a los libros más valiosos y pronto se produjo uno de los robos más grandes de la historia de la institución. Apareció un cúter en el estuche de uno de los más valiosos incunables de la Geografía de Ptolomeo. Un ciudadano uruguayo, César Ovidio Gómez Rivero, había aprovechado la ocasión para robar el mapa y otros 18 documentos de los más valiosos de la Sala Cervantes de la BNE durante su paso por Madrid.
Regàs gestionó la crisis al contrario de lo que debería haber hecho. Prohibió denunciar el robo a los trabajadores en la esperanza de que el ladrón volviese y una semana después la noticia saltó. Pero ya era muy tarde. La Guardia Civil se hizo cargo de la investigación internacional y pasados unos meses empezaron a recuperarse los manuscritos robados, un proceso que duró varios años. El autor del robo había huido y salió, no obstante, casi impune. Cuando todo esto ocurrió, finales de agosto de 2007, ya era ministro César Antonio Molina, que obligó a la escritora a asumir la responsabilidad y abandonar el cargo.
Pero la polémica había acompañado a Regàs desde los primeros días en el cargo. Como acto de rebeldía, decidió trasladar al jardín la estatua de Menéndez Pelayo que preside el vestíbulo principal de la BNE desde 1912. Para ella el autor de ‘La historia de los heterodoxos españoles’, y gigante de la filología hispánica, era un símbolo patriarcal que merecía ser desterrado al jardín de la institución. Las protestas estallaron, llegaron al Parlamento y finalmente un informe técnico despejó todas las dudas e impidió la mudanza en atención a que la piedra de que estaba hecha la escultura no soportaba la intemperie.
En su trato con los medios y los sindicatos en aquella época de política desplegó un ánimo irredento que no permitía ni una enmienda ni una crítica. A todos respondía con gritos y amenazas. Regàs fue un caso de escritora políticamente desorientada y metida en una institución de la que seguramente no aprendió mucho. Acaba de publicarse ‘Un legado’, una leve autobiografía de toda esa época, en la que endulza y pasa de puntillas sobre los momentos más duros de aquellos años y que demuestra que la memoria lima las aristas del pasado más difícil de asumir.