21 abril, 2024
Es muy probable que en 2024 sea más fácil que nunca encontrar casi cualquier libro, por raro que sea el autor o remota su fecha de publicación, pero el Día del Libro no es el mismo para las grandes empresas, abrigadas en un mercado cada vez más globalizado, y para las pequeñas librerías de barrio, ejemplo de resistencia.
Para ejemplo, Cantón 4, un coqueto establecimiento con entrada por dos calles, la de la Iglesia y el Cantón de Molíns, pleno centro de la ciudad de Ferrol, donde las estanterías de sus paredes y una larga mesa central comparten escenario para hacer visualmente atractiva la búsqueda de la obra deseada.
El público infantil merece atención preferente, pero cualquier cliente queda enmarcado en la misma hoja de ruta: ante la tecnología que devora, el trato personal de siempre y la cualidad de prescriptor, el que sabe qué recomendar porque se ha leído buena parte del material disponible en la tienda.
Isa Rodríguez, Dani Berini y Mako Valle están al frente del establecimiento y los dos últimos nos atienden a las puertas de un 23 de abril que es día de descuentos y de afluencia importante de visitantes, pero las buenas noticias no se limitan a este período del año y a la tienda llegan «todos los días cajas».
«Las editoriales creen saber lo que el público demanda, pero es imposible; en eso estamos, en intentar saber los gustos de la gente», afirma Berini, que cita a Jesús Carrasco o David Uclés entre las recomendaciones, como también las de firmas como Blackie Books.
Minutos antes de esta entrevista, esa compañía les anuncia que un libro que se podía adquirir únicamente a través de internet también se podrá retirar en el local ferrolano, pero no es un lanzamiento cualquiera.
Se trata de «Quiero estar despierto cuando muera», de Atef Abu Saif, y el importe íntegro de las ventas se destinará a labores humanitarias en territorio palestino ocupado, desde donde está escrito por un joven a modo de «diario desde la invasión» militar de Israel de Gaza.
«Hay que pedirlo, no quieren hacer más para no perder dinero; toda la gente que quiera ayudar nos da sus datos y avisamos», aclara Dani Berini mientras asoman más clientes, tanto los esporádicos como los habituales, que también repiten cada 23 de abril.
Aunque acudan «todas las semanas, lo toman como tradición; se acercan y compran, todo lo que sea fomentar la lectura es bueno», y lo cierto es que los datos invitan a la esperanza: «La gente compra y yo creo que lee, quiero pensar que lee».
El trato de tú a tú es la clave para un usuario que valora «el hecho de venir, conversar con nosotros», porque no es «solo comprar un libro, es el valor añadido», y en Cantón 4 «somos tres y tenemos gustos diferentes; me acabo de leer el de Supersubmarina, a Isa le gustan las novelas y el ensayo, a Mako el libro infantil».
Se reparten las tareas y tienen «siempre controlado» lo que puede demandar el visitante, que es de poca estatura, pero «muy exigente», si nos referimos a niños y niñas, como corrobora Mako Valle.
«No doy el brazo a torcer, tienen que ir a las librerías para ver un abanico más amplio», apunta sobre su gran objetivo diario, que los más pequeños no se limiten a «lo que sale en la tele ni el personaje famosillo».
Desea que se acerquen, «escuchen a los autores contarles cosas sobre los libros» y poder «sacarles del sota, caballo y rey», esa es su «razón de existencia», el factor de proximidad: «Tienes que tener cierto feeling con la persona que te está hablando».
A punto de cumplir dos décadas con las puertas abiertas, Valle recuerda su agradable «sorpresa» por el impacto de la pandemia en el sector: «Te has dado cuenta de que la gente necesita que sigas estando ahí, se notó durante y después».