21 junio, 2024
Acosado como está Pedro Sánchez por los casos de corrupción que se multiplican con el paso de las horas en su entorno personal y político y que están empezando a dibujar una monumental trama, apenas la parte visible de un ingente iceberg que, por una vez, el PP acierta a trasladar a las redes sociales para general conocimiento de la ciudadanía, urge al presidente del Gobierno ultimar la fractura definitiva de la división de poderes con la renovación del Consejo General del Poder Judicial. El último bastión, junto con el Tribunal Supremo, que se le resiste y que resultan definitivos para sus urgencias judiciales, ahora que la cuerda del Derecho penal empieza a tensarse sobre las cabezas de su entorno. ¿Quién sabe si sobre la de él mismo?.
Por eso anunció el presidente su firme determinación de poner fin de una vez por todas a la interinidad en que se mantiene el Consejo desde hace cinco años, situación que es argumento recurrente para culpar a la oposición del incumplimiento constitucional, y que ha calado entre los votantes por la incapacidad del PP de saber explicar el porqué de su negativa a una reforma con trampa.
Feijóo, quizá harto de escuchar siempre la misma matraca, parece haber cambiado de opinión en las últimas horas al mostrarse dispuesto –dicen destacados genovistas– a abrir una senda que logre el objetivo. Lo que sería, aseguran, a base de compromisos de futuro –que los elegidos, una vez ratificados, se comprometan a remodelar el sistema de elección de modo que sean los jueces quienes se elijan entre sí-. Una propuesta ahora mismo bajo siete llaves y con la que cree el incauto que va a engañar al trilero, acertando el cubilete que esconde la bolita.
Un último minuto de lucidez de Pablo Casado evitó que se cometiera la ignominia que ya tenía pactada su segundo, Teodoro García Egea. Para el ala más dura y consolidada electoralmente de las baronías del PP, la lección quedó aprendida para siempre y de ello avisan, en público y en privado, al presidente de su formación para no volver a correr riesgos que, lo aseguraba estos días Isabel Díaz Ayuso, “supondrán el fin de la democracia”.
El viejo profesor y alcalde de Madrid, Tierno Galván, acostumbraba a decir que “el poder es un explosivo que se maneja con cuidado o estalla”.
Ahora mismo la responsabilidad, el poder de Feijóo está en torno a la decisión a tomar sobre la propuesta trampa de Pedro Sánchez, y como decía el profesor, habrá de tomarla con cautela so riesgo cierto de ver estallar no la desafección del electorado en unas urnas, sino la de los barones de su propia formación en un congreso provocando su caída antes incluso que cualquier revés electoral. ¿Mantendrá el gallego el suficiente temple para no caer en la encerrona? Él se juega su continuidad en el partido; pero España, la democracia.