9 junio, 2024
El pasado viernes, día siete, se cumplieron 56 años de la muerte a manos de ETA de José Antonio Pardines Arcay, natural de Malpica, en Costa da Morte, un joven guardia civil de apenas 25 años que tuvo la osadía, junto a su compañero de patrulla, Félix de Diego Martínez, -que ese día salvó su vida pero sería también asesinado por la banda terrorista once años después- de mandar parar un coupé 850 que circulaba por una zona de obras cerca del municipio de Villabona. Al pedir la documentación a los dos pasajeros que iban a bordo, le descerrajaron varios disparos que acabaron con su vida. Eran Etxebarrieta y Sarasketa, miembros de la organización armada vasca que hasta entonces no había asesinado y que con ese terrible acto escribía la primera página de una larga historia criminal.
Pues bien, frente a los espíritus de concordia, entendimiento y hasta pactos de gobernabilidad con los herederos de la banda que, en el colmo de la ignominia, nos vende el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y las leyes que prohíben toda exaltación del terrorismo, el pasado viernes –como cada año el 7 de junio- se celebró en Bilbao un homenaje a la figura del primer criminal de ETA, Txabi Etxebarría, quien con los años sería ¡¡¡un referente intelectual!!! de la izquierda abertzale. ¿Tan fuerte Síndrome de Estocolmo te quedó, Marlaska, que eres incapaz de hacer cumplir la ley?
José Antonio descansa en el cementerio de su Malpica natal, al igual que en sus respectivos lugares de origen muchos otros de los más de sesenta gallegos caídos a manos de ETA. Un monolito, inaugurado con ocasión de los 50 años de su muerte, le recuerda para la posteridad.
Hoy, en este trascendental día de elecciones europeas, y apenas dos días después de la nueva infamia de Bilbao, era obligado un mínimo gesto de reconocimiento y dignificación de un joven gallego caído a manos de una banda terrorista cuyos sucesores comandan, en un caso, una lista gallega para Europa, y, en el otro, facilitan la gobernabilidad al presidente del Gobierno. El homenaje de Bilbao, duramente condenado por la Fundación Fernando Buesa, evidencia, como dicen que “Esta es la realidad y estos son los hechos de lo que sucede en las calles de Euskadi en 2024. Una vez más afirmamos que no habrá convivencia hasta que no se apueste de manera clara por la deslegitimación ética, social y política del terrorismo de ETA”. ¿Pedirán perdón algún día aquellos que ayudan a mantener viva la causa vasca en toda su crudeza criminal o habrá que esperar a que les juzgue la Historia? Porque tienen nombre y apellidos.