29 mayo, 2024
Con la fama –tantas veces justa y otras tantas inmerecida- que les precede, en estos días pasados se han visto en las distintas zonas de estacionamiento del Complejo Hospitalario de Santiago gorrillas aplicados en su tarea de indicar lugares vacíos a los agobiados conductores que acuden al centro, como se ve en la fotografía. Eso sí, a cambio de unas monedas que demandan con insistencia, hasta el punto de ir detrás de los incautos conductores que se pliegan a seguir sus indicaciones. El tema ni es nuevo en Compostela -¿recuerdan el aparcamiento de Galeras?- ni mucho menos exclusivo de esta ciudad y hospitales, como frecuentemente recogen noticias de ámbito nacional. Informaciones que no disimulan algunos comportamientos poco recomendables en los que la sombra de la amenaza por negarse al pequeño estipendio camina con el conductor hasta la consulta hospitalaria. El fenómeno es, como decimos, tan repetido en el ámbito nacional, que alguna entidad bancaria ha elaborado una lista de consejos para sus clientes sobre el mejor método para esquivar la persistencia de tan incómodos visitantes. Fingir que se habla por teléfono, fingir una gran discusión cuando se va acompañado, hacerse pasar por extranjero que no entiende lo que se le pide son algunas de las tácticas que se aconsejan para deshacerse de los tan inoportunos gorrillas a los que, al igual que sucede con quienes limpian los parabrisas de los coches, no se les puede acusar de una actividad ilegal.
En el caso del Chus hay un factor añadido que muchos ciudadanos hemos podido comprobar al dar una propina a algún joven mendicante y ver cómo, conseguida la cantidad necesaria, se dirigen no muy lejos del recinto, allí donde el trapicheo lleva decenas de años impune a la vista de todos.
En un centro hospitalario de Badajoz se estimaban unos ingresos para este tipo de prácticas de hasta 18.000 euros al mes y los sufridores de tales artimañas se mostraban indignados por cuanto aseguraban que ese espacio perteneciente a la Comunidad Autónoma tiene que estar vigilado por la seguridad privada, “que para eso está en el hospital”. ¿Es el caso del Chus? ¿De la Policía Local en otros aparcamientos de titularidad municipal y próximos al centro hospitalario?