22 agosto, 2024
1629.- Muere en roma el dominico Tomás de Lemos, célebre por haber combatido elocuentemente la doctrina de San Agustín y Santo Tomás contra Molina y la orden jesuítica. Había nacido en Ribadavia.
Teólogo y controversista español; nació en Rivadavia, en 1555; murió en Roma el 23 de agosto de 1629. A edad temprana entró en la Orden de Predicadores en su pueblo natal; en 1590 obtuvo el lectorado en Teología y fue nombrado regente de estudios en el Convento de San Pablo en Valladolid. En 1594 fue asignado a la cátedra de Teología en la universidad de esa ciudad. La atmósfera intelectual de la época era turbulenta y la discusión teológica era abundante, señala la Enciclopedia Católica, de donde tomamos estas notas biográficas. La controversia entre dominicos y jesuitas, surgida en 1588 por la publicación de la obra de Molina, Concordia liberi arbitrii cum gratiae donis, había alcanzado una etapa acalorada y turbulenta en toda España. Las disputas casi diarias mostraban una tendencia a alejarse de las hasta entonces universalmente aceptadas enseñanzas de San Agustín y Santo Tomás.
En 1600 Lemos fue escogido para representar a su provincia en la defensa pública de las tesis tomistas seleccionadas ante el capítulo general de su Orden, en Nápoles. En su defensa Lemos demostró ser un contendiente de primer orden. Su habilidad y éxito llevaron al general de su Orden a enviarle a Roma para ayudar a su hermano, el padre Diego Álvarez, en la defensa de la enseñanza en contra de los molinistas ante la Congretatio de Auxiliis establecida por el Papa Clemente VIII para resolver la controversia.
Durante cuatro años, en cuarenta y siete conferencias públicas, en presencia de Clemente VIII y Pablo V, defendió la enseñanza de Santo Tomás con una destreza extraordinaria contra cinco adversarios no menos capaces, la élite de los grandes teólogos jesuitas de la época.
Al finalizar la comisión, el Papa Pablo V y Felipe III de España le ofrecieron un obispado, pero él declinó y prefirió permanecer en Roma en el convento Sopra Minerva para dedicarse al trabajo literario. Tres años antes de su muerte, quedó completamente ciego. Durante su vida no publicó nada. La obra que le ha dado un lugar permanente y prominente en la historia de la teología apareció unos cincuenta años después de su muerte.
Un detalle de su vida que suele escapar a la curiosidad de sus biógrafos, quizá por las consecuencias no muy ejemplarizantes que tuvo, fue la participación de Tomás de Lemos como miembro de la comisión de consultores de la Congregación del santo Oficio a los que el Papa encargó un primer dictamen respecto al nuevo paradigma que defendía Galileo, la teoría heliocéntrica frente al geocentrismo que la Iglesia había asumido de los clásicos griegos. Informe que sirvió a los cardenales de la Congregación de la Inquisición para condenar al científico, bien que en fecha de 22 de junio de 1633, cuando Tomás de Lemos llevaba ya cuatro años muerto.
Según la leyenda popular, después de su abjuración, Galileo supuestamente murmuró la frase rebelde «Y, sin embargo, se mueve» (Eppur si muove), pero no hay evidencia de que realmente haya dicho esto o algo similar
1628.- El Ayuntamiento de Santiago escribe una carta al Consejo del tribunal de la Fe, quejándose de que el mismo municipio y el reino de Galicia esperaron en vano que se castigasen los delitos cometidos por el secretario del Santo Oficio Bartolomé de Baradán, “y lo peor es que viene a esta ciudad con su yerno que ansí lo escribió a sus damas…”. “Con esta venida volverá a reincidir…”. “Corra todo por cuenta de V. SS. Ilustrísima y de su conciencia”