30 julio, 2024
1621.- Puesta en el tormento de la Inquisición la vecina de Bueu Catalina Pernas, perseveró negativa “a pesar de la dureza de los dolores” y dándose por tres días consecutivos, pidió segunda declaración de los testigos, los que se retractaron.
Según el relato del libro Brujos y Astrólogos de la Inquisición de Galicia, de Bernardo Barreiro de W., parece que el último día de tortura a la susodicha Catalina los cordeles que apretaban en múltiples vueltas los brazos y piernas de aquella mujer, habían ya penetrado hasta los huesos, desmayándose Catalina varias veces y siendo necesario desistir en la continuación de tan horroroso suplicio.
Catalina había sido conducida el día anterior a la audiencia, presa en cárceles secretas, por supuestos delitos de brujería. Declara un testigo que, en el camino y siendo de noche le advirtiera no pronunciase el nombre de Jesús por cosa que viera; y luego desapareció volando como un pájaro y se le puso delante un animal como un castrón con tres cuernos que también desapareció allegar cera de casa. En similares términos se pronunciaron otros varios testigos ratificando, supuestamente, la condición de bruja de la detenida.
La acusada dijo, por su parte, que el Comisario delator era su enemigo porque, encaprichado por su bella hija, hacía dos años que procuraba “fuese tercera para con su hija, llevándosela a casa” y por no acceder a tal crimen había el Comisario hecho la información amenazando a los testigos.
El Tribunal Santo no había de condenarse a sí propio ni a su Comisario. Bastante hacía al fin, que abandonaba su presa y sus bienes, destrozada y enferma aquella y perdidos e infamados estos con la deshonra.
El 16 de agosto, día solemne de la Asunción de la Virgen, tuvo lugar este pretendido desagravio en la sala de la Audiencia y después de la misa en el altar del Espíritu Santo. Pero todavía se reprendió severamente a Catalina Pernas delante de un público numeroso, aunque sin pronunciar sentencia alguna.