21 julio, 2024
La política que está llevando a cabo nuestro actual gobierno es, a todas luces, un ejemplo de política inmoral. Y cuando falta la moral en quien detecta el poder se concitan los peores desastres en el acontecer de nuestros días. Aquí vamos de mal en peor. No podía ser de otro modo en un gobierno que asentó sus fundamentos en la mentira y el engaño al pueblo español. Y lo más grave es que buscó sus apoyos en partidos envueltos en la necesidad de mutuos acuerdos, sin remilgos, para asegurarse la subsistencia mediante pactos oscuros de mucho calibre, algunos rayando la ilegalidad. Así se fue arañando el poder en dos legislaturas utilizando métodos propios de dictaduras, sin sangre, pero no menos dañinas para una democracia. Todo ello soportado por añagazas de un buenismo ramplón ofrecido al pueblo, como cebo, que, a la postre todo se volverá agua de castañas y deuda pública inconmensurable. Lo malo es que algunos caen en el enredo y, a la hora de exigir cuentas en las urnas, no lo hacen. El dinero vale para todo y, en este caso, el tiempo envenenó las ideas y dio ocasión a la avaricia y a meter la mano en la copiosa faltriquera del estado, dando lugar a las corrupciones más sonadas. Pero, como la corrupción, al final, trae malos resultados y llega a manos de la justicia es preciso hacer lo que sea con tal de exonerar a los cazados, a finde conseguir restablecer una honradez que, para siempre, habría quedado lesionada. Uno de los métodos más perseguidos por los corruptos y conquistadores del poder político consiste en domeñar al estamento judicial, conformando los tribunales con mayorías suficientes para cocinar las sentencias. O sea, tratar de someter al capricho del ejecutivo el poder judicial y rompiendo así el equilibro de poderes, según exige la Constitución. Pero, como el diablo es tendero, a veces, tienta a los de casa y lleva a la misma Moncloa fundadas sospechas de corrupción. A ver lo que dicen los tribunales. De momento, la señora del presidente va a entrar dos veces por las puertas del garaje para prestar declaraciones ante la Audiencia. ¿Privilegio? ¿Seguridad? Huele a política de bajo nivel moral.