17 julio, 2024
La Roja y todo el país aún continúan con la resaca de la celebración de una Eurocopa que, desde luego, pocos podrán olvidar. De entre aquellos muchos para los que este título ya es un episodio marcado a fuego no podemos sino destacar la figura de Joselu.
Huelga decir que el hecho de que el bueno de José Luis Mato (si bien pocos le conocen así) aparezca en este espacio viene en gran medida avalado por el hecho de que hablamos de un chico con raíces en Silleda que, precisamente desde ahí, hoy mira a todo el universo futbolístico desde lo más alto, pero lo cierto es que resulta imposible no reconocer una de esas historias tan románticas que a veces nos deja el deporte.
Y es que Joselu llegó hace apenas un año a un Real Madrid en el que poco se esperaba de él más allá de ser un revulsivo que aportase desde la banca en el tan huérfano puesto de 9 tras la marcha de Benzema. Un año después, el chico es doble campeón de Europa tras haber levantado La Orejona, una en la que firmó un decisivo doblete para que el Madrid derrotase 2-1 al Bayern de Munich en semifinales, y la propia Eurocopa.
Estamos acostumbrados a un fútbol donde priman los focos y flashes, ese fútbol de las megaestrelllas, de los petrodólares y de los traspasos que se concretan en cifras que hacen explotar nuestras cabezas y, justo por eso, en ocasiones como esta es cuando a uno le vienen las ganas de revindicar otro fútbol. El del que trabaja en la sombra, persevera, no obtiene grandes titulares ni un día ni al siguiente tampoco y, sin embargo, continúa a lo suyo y, al final, tiene premio.
Eso es nuestro Joselu y eso es el combinado nacional. Porque a veces no es necesario ser el favorito, ni el más mediático ni el más ‘nada’ para llegar, valga la redundancia, a la cúspide.