15 julio, 2024
El pasado domingo fue un día inmensamente feliz para millones de españoles. El pitido final del árbitro y la victoria de la selección de fútbol frente a la temible Inglaterra, resultó un chute de adrenalina como casi nunca. Son horas y días de celebración, júbilo, autoestima, aplausos, vítores y alegría contagiosa. Medio país se mantuvo despierta hasta altas horas, se lanzaron petardos, se gritó hasta la extenuación y las banderas españolas ocupaban todo el espacio. La felicidad empañaba el ambiente.
Decíamos hace unos días en esta sección que el radicalismo de Vox al enfrentarse de lleno con el reparto de sólo 347 menores por las 17 autonomías era un acto despreciable. Y lo peor es que su líder rompió sus lazos con el PP argumentando que ese hecho estaba abriendo la puerta a futuros delincuentes. Que error, que horror.
Nunca en épocas recientes se produjo un patriotismo tan solidario, tantas banderas, nacionales ondeando, tanta emoción compartida y en el origen ¿quienes propiciaron tanta felicidad? Pues según la ultraderecha, dos presuntos delincuentes, nos referimos a los héroes Lamine Yamal y Nico Wiliams; el primero es hijo de un marroquí y de una guineana; el segundo tiene como ascendencia el africano país de Ghana.
Si aplicamos la tesis de los extremistas, cierre a cal y canto de la inmigración, la historia podría ser otra. Los padres de Nico cruzaron el desierto a pie y llegaron a nuestras costas como refugiados. Aplicando la doctrina de Abascal ninguno de ellos formaría parte de la selección. ¿Queremos esa pureza de raza? ¿Volvemos al nazismo?. Vivimos en una aldea global y Franco murió hace casi 50 años. Algunos parece que no se han enterado.