13 julio, 2024
Desde que el recordado presidente de la Xunta, Manuel Fraga, alertara antes que nadie del serio problema que supondría para el futuro de Galicia la lenta pero constante caída de la natalidad, cuantas consellerías han sido se han preocupado hasta extremos de auténtico denuedo de organizar cursos, cursillos, debates, foros, jornadas, simposios y cuantas más ocurrencias se puedan imaginar para debatir sobre el evidente y preocupante fenómeno. Eso sí, nunca, ni antes ni tampoco ahora, para tratar de aplicar algún de las medidas debatidas en esos pozos de ciencia sobre lo que hay que hacer para frenar el problema. No digamos ya para tratar de invertir su negativa progresión.
Como por el lado de la inmigración tampoco se puede cantar victoria ante la más evidente carencia de políticas adecuadas que estructuren, racionalicen y posibiliten una inmigración controlada, ordenada, en base a las carencias que nuestra población ofrece, se diría que quedamos a la buena de Dios. Sin ser capaces, siquiera, de saber convertir ese incesante flujo de menores en cayucos en la oportunidad precisa para acogerles con las debidas garantías que le brinden la adecuada formación y desarrollo en centros adecuados hasta convertirlos en provechosos hombres y mujeres del mañana, plenamente integrados en nuestra sociedad y dispuestos a ser ese necesario complemento que necesitamos como garantía de futuro. En vez de eso, una tan permisiva como irracional Administración los “suelta” a su suerte por ciudades y villar convirtiéndolos en fácil carne de cañón, justamente para soliviantar aún más la no tan infrecuente xenofobia. ¡Que hasta hay formaciones políticas –y Comunidades Autónomas- que sacan réditos de lo más insolidario de nuestra condición humana!
Y, para rizar el rizo, viene ahora un Instituto médico, Bernabéu, a desvelarnos un problema más que acentúa el riesgo de esa escasa natalidad española: Que el hombre es subfertil, que la calidad del esperma cae y que las dificultades para ser madre aumentan debido al retraso generalizado de la maternidad, que supone un hándicap importante en contra de la biología femenina.
Según dicho Instituto, las madres lo son cada vez a una edad más avanzada –un 40,1% de ellas dan a luz pasados los 35 años, edad considerada por los especialistas como “barrera de la infertilidad”-. En la actualidad, la edad media a la que las madres españolas tienen su primer bebé se sitúa ahora mismo en 32,6 años, dándose el hecho probado, explica la doctora Bernabéu autora del estudio entre 5.000 casos, de que la edad reduce tanto la calidad como la cantidad de ovocitos de las mujeres. Es decir, dificulta su fertilidad.
No anda mejor la fertilidad desde la vertiente masculina. Porque la calidad y la concentración de esperma se han visto reducidas en un 51 % en los varones. Un ritmo que, avisan los especialistas, parece que se mantendrá para generaciones futuras dado que desde 1973 esta concentración ha ido disminuyendo un 1,16 % cada año, progresión que se incrementó al 2,64 a partir de 2000.
Según la OMS, un hombre es subfértil cuando la concentración de espermatozoides es inferior a 40 millones por mililitro. Pues de los registros del Instituto hay que concluir que el español medio es, en efecto, subfértil, porque la media es de 33,5 millones de espermatozoides por mililitro.
Por analizar, en fin, la proyección de la natalidad en nuestro país, el revelador dato de que en 2023 nacieron en España solo 322.075 niños, un 2% menos que en el año precedente y la cifra más baja desde 1941.
Y no, así no se puede.
¿Cuándo habrá políticas favorecedoras de la natalidad, dinerarias y sociales, que favorezcan la natalidad a más tempranas edades?. Peor aún, ¿cuándo nos daremos cuenta de la gravedad de un problema que crece de modo exponencial?. ¿Cuándo lograremos invertir alguna de las curvas citadas para poder acreditar que empezamos a conducirnos por el buen camino?