12 julio, 2024
Cuanto tiene que ver con los más adversos avatares y desaguisados que se están produciendo en torno a la extinta Facultad de Farmacia de la USC, catalogada en los rankins españoles como la tercera del Estado por la calidad de su enseñanza, parte de una inmensa mentira, de un bulo que ha ido creciendo de boca en boca como la verdad revelada y hasta con escenas jocosas de algún catedrático que en su ¿paranoia? se sentía víctima de una de esas deficiencias que se atribuían al maldito edificio. Resultado, los alumnos llevan una década de peregrinación de aula en aula por otras facultades compostelanas, la biblioteca emigró a un desconocido bajo del Polígono del Tambre y la anunciada destrucción del edificio condenado al derribo acabó por convertirse en un nuevo bulo de los muchos que adornan la historia de la vieja Fonseca.
Porque si es cierto que el subsuelo del viejo edificio carece de la consistencia adecuada, al estar sobre una zona de humedal y arenosa con dificultades en su cimentación. Pero en su reparación para afianzar la estructura se invirtieron una serie de millones que ahora parecen dinero quemado ya que no sirvió para nada.
Más flagrante es el bulo de la permanente contaminación por supuestas fugas de gasoil de las calderas que desde el sótano alimentaban la calefacción del edificio. Catedráticos de ese centro preocupados por la falacia removieron Roma con Santiago en busca de una certificación fehaciente de tal contaminación y nunca les fue facilitada, negro sobre blanco. Todo fue siempre de palabra y sin e correspondiente aporte certificado. Incluso se hicieron jocosas burlas sobre una contaminación imposible de prolongarse en el tiempo una vez cesada la supuesta fuente contaminante.
Luego de arduas negociaciones con el anterior presidente de la Xunta, se anunció a bombo y platillo el ambicioso proyecto de una Ciudad de la Salud que parece que colmó las ilusiones del rectorado pero que rompe de plano con la concepción tradicional de un centro universitario en toda su complejidad, para ser substituido por módulos independientes a modos de aularios que sirvieran para el trámite de la docencia, acaso siempre el más fácil de solucionar.
Pero vino la nueva Xunta y de repente nos desayunamos todos con que de la financiación prevista para aquel proyecto, nada de nada. Que la cosa va de repartir millones entre las tres universidades, en una demostración más de ese café para todos en que se ha convertido la gestión del Gobierno gallego, incapaz de discernir prioridades, urgencias y proyecto de futuro. No extraña, en consecuencia, que incapaces de resolver las urgencias, ni USC ni Xunta mucho menos sean capaces de intuir lo importante, las principales carencias de una acreditada Facultad que trascienden, con ser grave, el hecho mismo de su propia infraestructura para atañer de modo directo a una depauperada calidad de la docencia, de manifiesta falta de entusiasmo de su profesorado, de colonización de Departamentos tradicionales y fundamentales en esa titulación, colonizados por otros de facultades ajenas, de no reposición de cátedras importantes y de una errática investigación tan desnortada como el propio Decanato, incapaz en todos estos años de hacer valer ante Rectorado y Xunta el intangible pero destacado valor de una docencia reconocida en todo el concierto universitario español.
¿Realmente preocupó alguna vez en el pazo de San Xerome o en San Caetano el errático deambular de profesores y alumnos? ¿Son estas las excelencias que se predican de un sistema universitario tan carente de financiación y que, en pura demagogia, presume de la gratuidad de las matrículas?