Sepulcro de Rodrigo de Luna en la colegiata de Iria en foto realizada por el arqueólogo Manuel Chamoso Lamas.
1 julio, 2024
1460.– Muerte repentina de Rodrigo de Luna, Arzobispo de Santiago, cuando se disponía a retomar la ciudad de Santiago y su arzobispado, una ciudad entonces férreamente controlada, a pesar de su cada vez mayor aislamiento, por Pedro Álvarez de Osorio, conde de Trastámara.
Fue hijo de Juan de Luna —prior de la Orden de San Juan, comendador de Bamba (Zamora), primo hermano a su vez del condestable de Castilla Álvaro de Luna— y de Juana de Albornoz.
Gracias a su parentesco con el poderoso condestable Álvaro de Luna, privado de Juan II de Castilla, disfrutó desde muy joven de una brillante carrera eclesiástica amparada el monarca.
En abril de 1449 el papa Nicolás V le nombró administrador de Santiago hasta que cumpliera los veintisiete años de edad necesarios para la prelacía, que alcanzó en 1451. Comenzaba entonces el turbulento pontificado compostelano de Rodrigo de Luna, que habría de enfrentarse desde entonces y hasta su fallecimiento a las aspiraciones expansionistas de los titulares de los señoríos nobiliarios asentados en la tierra de Santiago, cuyo crecimiento había de producirse a costa de los bienes y derechos de la mitra compostelana.
En 1458 el rey Enrique IV convocó a todos los señores de su reino a concentrarse en Écija el 25 de marzo, con toda la gente de guerra que pudiesen movilizar, para marchar contra Granada. Rodrigo organizó las milicias de su diócesis y asistió al frente de sus gentes y hombres leales.
A los pocos días de la partida del arzobispo hacia Granada, los mismos que habían rehusado su obligación de servirle celebraron una reunión, en una especie de confederación o hermandad, de la que surgiría el “Manifiesto de Antealtares”, dirigido contra el poder del prelado compostelano y con la pretensión de enseñorearse de la Tierra de Santiago junto al conde de Trastámara, que se erigió como el líder de la oposición al arzobispo. A ellos se unieron algunos concejos dependientes de la mitra, entre los que destacan los de Noya, Muros y Santiago.
A pesar de las continuas órdenes y condenas del papa Pío II y del rey Enrique IV contra aquellos nobles, villas y ciudades para que regresaran a la obediencia de Rodrigo de Luna, aquellos no cesaron, desarrollándose entonces una compleja contienda entre ambas facciones en la se sucedieron treguas, cambios de bando y múltiples actos de fuerza entre una parte y otra.
Bien organizado en la Rochablanca de Padrón, el 30 de junio de 1460, el arzobispo acudió a las puertas de Santiago con el fin de recuperar Santiago, una ciudad entonces férreamente controlada el conde de Trastámara. Cuando todo estaba preparado para el asalto, falleció el arzobispo repentinamente el martes 1 de julio. Sus últimas voluntades fueron leídas en la Rochablanca de Padrón el 1 de julio de 1460. Dos meses más tarde, Luis de Osorio, hijo del de Trastámara, se titulaba ya como “vicario general” del arzobispado, en tanto que su progenitor trataba de instalarle en la silla arzobispal que Rodrigo de Luna había dejado vacante. La contienda desarrollada en la Tierra de Santiago, lejos de resolverse, se agravó aún más con la muerte del de Luna, y continuaría desarrollándose aún varias décadas más, bajo los pontificados de Fonseca I y II.
Rodrigo de Luna fue sepultado en la colegiata de Iria Flavia, donde habían estado instalados los canónigos fieles a él. Poco después de su muerte, el canónigo-cardenal, Pedro de Soto, le construyó su sepulcro. La estatua yacente es una obra significativa del arte escultórico funerario del último tercio del siglo XV.
1109.- Muere en Toledo el rey Alpnso VI, natural de Santiago y conquistador de aquella ciudad
1614.- Muere en Santiago D. Maximiliano de Austria, de la Casa Imperial de Alemania, y arzobispo de esta ciudad.