20 junio, 2024
La experiencia, esa gran profesora de la vida porque nos descubre los comportamientos repetitivos de las personas, nos advierte del grave riesgo de ceder por primera vez a un chantaje ya que se corre el constatado peligro de que, claudicando una vez, las siguientes vienen de suyo. El aserto cobra plena actualidad y hasta por triplicado con el condescendiente comportamiento de las autoridades académicas de la Universidad de Santiago de Compostela con unos grupúsculos radicales, dicen que pro-palestinos del mismo modo que podrían ser pro-yemeníes, pro-Hadramitas o lo que se ponga por delante, siempre y cuando haya financiación.
Por eso, viendo la debilidad del chantajeado y que no hay dos sin tres, ayer tomaron al asalto, en número de veintitrés según el gerente, la Casa de la Balconada y el propio despacho del gerente, sin que aceptaran ningún tipo de negociación, como frustrante resultó la reunión habida la noche precedente entre un llamado equipo de negociación universitario y dos representantes de dicho colectivo.
Es muy libre la Universidad y cualquiera de sus facultades de moverse dentro de lo políticamente correcto, que es justo la antítesis de lo que debe ser una institución de ese tipo. Incluso de plegarse al chantaje, como tantas veces demostró la Universidad Complutense madrileña conculcando derechos constitucionales básicos, como el de expresión.
Es tan libre la institución académica de moverse en lo esperpéntico e ir de bruces contra sus propios principios como hizo la USC sumándose a la causa de los pandilleros y declarando una suerte de “Universidades non gratas” a las de Israel, todas ellas ejemplo de eficacia y transferencia del conocimiento. Porque el ridículo no distingue entre clases académicas.
Pero, en el caso de Santiago, hay algunas líneas rojas –por los riesgos irreparables que pudieran entrañar- que no debieran haberse cruzado nunca y que decanato de Historia y el propio rectorado no han sido capaces de frenar.
El primero de ellos, el campamento montado en el interior de un edificio histórico y en las proximidades de una biblioteca general única con más de 150.000 volúmenes. Parece que la experiencia de la quema del rectorado, que tanto éxito político supuso para alguno de sus protagonistas de antaño, no enseñó nada.
Segundo y más relevante, la no debida diligencia en la custodia de información de carácter personal de funcionarios y alumnos, como el propio gerente reconoce que hay en la Casa de la Balconada, de carácter administrativo, y que pudieran conllevar un grave atentado contra la ley de Protección de Datos que a todos nos ampara. ¿Está garantizada dicha proyección?
Si la Universidad quiere moverse en esa suerte de ambiguo trágala, sobran dependencias universitarias donde no se corren riesgos evidentes como los consentidos a estos grupo de radicales. ¿Qué tal la extinta Facultad de Farmacia que iba a derribarse y nunca llegó la piqueta? Por qué nueva Facultad de Farmacia ni la hay ni se la espera.
En todo caso ¿Se propone la USC seguir cediendo a los sucesivos chantajes que vendrán todo por la falta de arrestos suficientes como para hacer valer las responsabilidades inherentes al cargo que se ocupa y por el que se cobra?