14 junio, 2024
Las casitas se abrazaban, trémulas, sobre las columnas de sus soportales, formando un corro silente alrededor de la plaza vacía, en vísperas del mercado semanal. Como temerosas de nuevas iniciativas municipales, capaces de cambiarles el rostro a sus fachadas o de horadarles el alma secular de la madera viva. El Teniente de Alcalde, absorto en sus prosaicos problemas, contaba las losas que pisaba como si fueran suyas, con el firme propósito de salir de allí con las cosas claras; pero no terminaba de alumbrar la intuición que le fecundó a temprana hora de la mañana, impostando el rezo a los pies de la imagen del Cristo Redentor.
Miró el reloj inteligente, ansioso de ver llegar al decano. Por fin, ¡hostias! qué elegante venía hoy…bueno, como siempre. Alguien tan pulcro bien podría tener las ideas suficientemente claras como para ayudarle a encontrar una solución a aquel galimatías. Al fin y a la postre todo provenía de la descomposición de la abogacía institucional. A quién se le ocurriría asociarse con aquellos fósiles.
El Teniente de Alcalde vestía un poco más desenfadado, al estilo práctico de quien se cambia de chaqueta a diario con tal de no estar pendiente de su imagen de hombre versátil. Se sentía un Jimny todoterreno con el motor en punto muerto, rumiando el discurso para poner firme a su amigo provisorio o ir soltando lastre. Si de algo estaba orgulloso era de su capacidad de anticipar la jugada, cuando intuía el riesgo para su carrera política.
Los dos hombres se chocaron la mano con un entrenado gesto de importancia, que les permitió a ambos darla amigable y generosamente y, al punto, recuperarla íntegra, como si tal cosa.
= Qué voy a decirte (comenzó, sin prolegómenos, el decano enfundado en su impecable y ajustado blazer). Bastante tengo yo para mí. Si las cosas siguen así, es posible que los perroflautas estos convoquen una extraordinaria y me manden a casa.
– Hostias, Pedrín, ¡no me jodas!.
= Así ¡como lo oyes!…Por el momento, según me cuentan algunos de fiar que pululan por los chats, ya están consiguiendo numerosas delegaciones de voto para la Asamblea del Montepío y Mutualidad; hasta entre quienes teníamos por más nuestros y que son habituales del coro o del equipo de Fútbol. Gente desleal y desagradecida.
– No puede ser
= Si sí, hasta incluso de alguno que asistió en primera fila a la ceremonia de entrega de La Toga de Oro, con nombres y apellido.
– ¡Ajá! traidores hay en todas partes.
= Bueno… Yo tampoco me atrevería a llamarles traidores. En el fondo, no dejo de ser su decano y estoy obligado a entenderles un poco a todos, compréndeme.
– No quiero pensar que también te estés columpiando, ni un poco. Vamos a ver si lo comprendo ¿tú de que lado estás?. Que hoy no estoy para acertijos y menos para sorpresas…¡Ojo!
=Tranquilízate, hombre..
= Que me tranquilice? Tú, te vas ahora mismo al puto colegio, llamas a los sumos pontífices del Montepío y que acaben con el circo de los perroflautas. Por mí como si tienen que traer al perro de Milei. Pero hay que darle carpetazo ya, ¿vale?.
– Habrá que calmarse un poco, que esto nos excede a ti y a mí. Y por el medio tenemos la Asamblea, danos un respiro.
= ¡No!, te excederá a ti, a nosotros no. Si no se resuelve antes del lunes; es decir, si yo no puedo sacarme de encima toda esta historia y que con vuestro pan os lo comáis vosotros sólos: ¡se acabó!: promovemos la declaración de nulidad de la licencia por lesividad y os dejo sin el macroproyecto de esa magnífica nueva sede colegial; además, nos salimos y damos marcha atrás a nuestro apoyo al consorcio para el arrendamiento del centro comercial. Os quedáis solos con el muerto y será todo dinero perdido. A ver cómo coño se lo explicáis a los mejicanos, con la que está cayendo.
El exasperado munícipe, se dio la vuelta, alejándose unos metros.
– Se te pasará, hablamos ésta tarde.
Al pronto se volvió, expandiendo el tórax en el interior de su emblemática gabardina de trinchera para decir en tono definitivo:
=Ah! y, en cuanto a lo de organizar la puta asamblea, toma ejemplo de cómo lo hemos hecho siempre en las capitales. Disponemos de un solucionador fenomenal, que te lo manden ¡ya!. A ver si aprendéis a hacer las cosas como Dios manda: los perros no votan y los perroflautas, según y conforme; si es necesario te pones tú allí personalmente a decir quién sí y quién no. Amigo mío, hay que arrimarse al toro, que todo no va a ser figurar y cobrar.
Y salió de la plaza rectangular con el paso resuelto de un político de éxito, cruzando por debajo de los pilares hacia el paseo del río, directo al Ayuntamiento, mientras su interlocutor pedía la venia al cielo, que había empezado a llorar sobre su impoluto blazer.