16 junio, 2024
Si algo hay que reconocerle a las sesiones de control al Gobierno de los miércoles en el Congreso, donde ni hay control ni educación, es esa creciente emulación de las ferias de baratillo, donde las interrupciones, los cruces de palabras de una bancada a otra y la repetición de gestos de los callados de piedra marcan lo que no pasa de ser una la casa de tócame Roque, la legendaria corrala madrileña de la calle del Barquillo, donde 72 familias vivían entre riñas y escándalos permanentes.
En los últimos tiempos, sin embargo, y dada la inexistencia de una presidenta que sepa comportarse como tal, se registra una creciente intensidad en las actuaciones de la respectiva clac acompañando al orador de turno, con un lugar destacado para las vicepresidentas Montero y Díaz, convertidas en las más entusiastas hooligans del presidente. Tanto, que sus vítores llegan a sobreponerse por encima del discurso del orador.
De la incontrolada expresividad de la vicepresidenta María Jesús Montero sabemos de viejo, aunque su hito de casi posesa lo alcanzó en la manifestación de apoyo a un presidente recluido en La Moncloa tras su carta de, sí pero no, dimisión. Y como se gustan en el papel, se esfuerzan cada día por hacer mejor expresión de su atrabiliario comportamiento, tal que el protagonizado por la vicepresidenta el pasado miércoles, que causó el asombro de propios y extraños, como bien reflejaron todos los medios de comunicación.
Ocurre que más allá de las incontroladas y habituales gesticulaciones que recuerdan a los primates, la vicepresidenta elevó el tono y la categoría del Congreso con un más difícil todavía. Porque si el miércoles anterior había sido su compañera de escaño, la también vicepresidenta Yolanda Días, quien en una muestra de la exquisitez parlamentaria se despachó con un “iros a la mierda”, el miércoles Montero subió el calificativo hasta un “cabrón” dirigido a un indeterminado miembro de la bancada de enfrente.
Como la tendencia natural de todo histriónico es el afán por superarse a sí mismo, habrá que estar atento a las próximas sesiones de control para ver hasta donde son capaces de subir el nivel de verdulería que les es propio a ambas las dos grotescas vicepresidentas. ¿Cuándo tardaremos en ver cómo sus señorías llegan a las manos como paso esta misma semana en Italia?