13 junio, 2024
Ya a apenas unas horas del arranque oficial de la Eurocopa y con más de un futbolero ansioso por que eche a rodar el balón, recordamos hoy una de esas citas que, hace ya más de cuarenta años, marcaría un antes y un después no solo en el balompié nacional, sino también en la historia de la propia España.
El verano de 1982 no sería tan solo de sol y playa en nuestro país, sino mucho más. Sería el verano de Naranjito, la icónica mascota, y del Tango, el igual de icónico balón que quedaron en la memoria colectiva como algunos de los elementos recordados del Mundial de España 82.
La Copa del Mundo arrancaría oficialmente en nuestro país tal día como hoy, un 13 de junio del año 1982, en el Camp Nou con un encuentro entre la vigente campeona Argentina y Bélgica, mientras que el turno de la comunidad gallega llegaría al día siguiente.
Precisamente Galicia se encontraba por aquel entonces sumida en todo un conflicto abierto en torno a su capitalidad promovido por A Coruña, que reclamaba airadamente para sí un estatus que finalmente terminó ostentando Santiago, un contexto que trajo un buen número de cruces de declaraciones, tensiones políticas y movilizaciones en el marco de aquel verano del 82.
Con todo, el fútbol y los goles no tardaron demasiado en eclipsar todo lo demás.
ARRANCA EL MUNDIAL EN GALICIA
En este sentido, la cita no solo sería todo un acontecimiento para España, sino también para Galicia. La comunidad acogió por primera vez un encuentro de una competición internacional, pero además sería desde el territorio gallego desde donde tendría lugar la preparación y empezaría a labrarse la historia y el camino del futuro campeón del mundo: Italia.
Y es que la azzurra prepararía y disputaría la primera fase de la Copa en Galicia, acogiendo esta a los equipos encuadrados en el Grupo 1. Balaídos y Riazor fueron las sedes de una serie de encuentros ya históricos para el fútbol gallego, cuyo césped pisó un legendario Paolo Rossi que junto con su selección iniciaría aquí su camino hacia el trofeo.
Ya desde inicios del mes de junio, las selecciones habían comenzado a llegar a la Península para preparase de cara a la gran cita. Junto con Galicia, la Copa tuvo también como sedes Alicante, Barcelona, Bilbao, Elche, Gijón, Madrid, Málaga, Oviedo, Sevilla, Valencia, Valladolid y Zaragoza.
Así, la escuadra italiana llegó a tierras gallegas el 2 de junio de 1982. El Parador Nacional de Pontevedra fue el lugar elegido para la concentración, mientras que sus entrenamientos se desarrollaron en el Estadio de Pasarón.
Allí se concentraron también Polonia, que estableció su base en la localidad de Santa Cruz, en el municipio de Oleiros; Perú, que aterrzió en Galicia el día 7 de junio y tuvo como cuartel general el Pazo de Mariñán, localizado en el municipio de Bergondo, y Camerún, que llegó un día antes y se instaló en El Hotel Rias Altas de Santa Cristina (Oleiros).
A las 17,15 horas del 14 de junio más de 33.000 personas se congregarían en el Estadio de Balaídos para ver el debut mundialista de una selección italiana que firmó un empate si goles frente a Polonia y que no comenzó con el mejor pie su andadura en la ciudad olívica, aunque el resto del torneo acabarían por dar la razón a los que creían que las tierras gallegas podían ser una suerte de amuleto para la squadra.
En todo caso, en ese momento la fiebre del fútbol ya había tomado por completo Galicia al tiempo que lo hacían también los cracks del fútbol mundial.
Obviamente la suerte de las cuatro selecciones concentradas en la propia Galicia no sería la misma. El premio gordo se lo llevarían los italianos con el oro, pero, como decimos, no fue su arranque en el torneo el mejor inicio en absoluto.
DE PONTEVEDRA AL BERNABEU
Quizás estos se acordaron de aquello de las meigas o el puro mal fario tras firmar una primera fase que despertó muchas dudas. Dirigidos por Enzo Bearzot, estos firmaron tres empates en tres encuentros contra Polonia (0-0), Camerún (1-1) y Perú (1-1).
Es cierto pues que no se pudo ver en Galicia la mejor versión del conjunto italiano, al igual que tampoco la de un Paolo Rossi que, aunque se robaría todos los focos y se coronaría como la gran figura del torneo más adelante, no anotó ni un solo gol en nuestra comunidad.
Tan mal no le fue en todo caso la concentración preparatoria en tierras gallegas a la plantilla italiana, que a partir de ahí iría noqueando a todo rival que se encontró por delante en los cruces. Primero fue la Argentina de un jovencísimo Diego Armando Maradona, que ostentaba el cartel de campeona tras haberse llevado el título cuatro años antes en su propio Mundial (Argentina 1978) a quien vencieron por 2-1.
Luego vendría una victoria por 3-2 frente a Brasil en uno de los encuentros más recordados en la historia de las citas mundialistas y en el que Paolo Rossi estrenaría su casillero goleador anotando un espectacular hat-trick.
Polonia cayó en semifinales por 2-0, donde Rossi hizo los dos tantos, y así, desde aquella concentración iniciada en Galicia, Italia se plantaría en la final frente Alemania Federal. No fueron rival tampoco los germanos, que cayeron por 3-1 en un Santiago Bernabeu hasta la bandera.
La locura se desató entonces en las calles de Italia y el país volvió a celebrar un título que llevaba la friolera de 44 años (desde 1938) sin levantar, algo que no volvería a hacer hasta otros 24 años después, en la Copa del Mundo de Alemania 2006. Con todo, en clave local, perdura el recuerdo de que la mística gallega marcó los primeros pasos de un conjunto que empezó precisamente desde aquí a escribir las primeras líneas de lo que terminaría siendo un grandioso capítulo en la historia del fútbol italiano y mundial.
Muchos aficionados siguen considerando de hecho a aquella generación como la más grande en la historia del fútbol italiano, una en la que más allá del archicélebre Rossi aparecen también nombres de la talla del guardameta Dino Zoff, que a sus 40 años se consagró como líder y baluarte bajo los postes o un Marco Tardelli que protagonizaría una de las imágenes más recordadas de aquel Mundial de España con su gol y posterior celebración en la final frente a Alemania, una de las más emotivas que jamás se han vivido en un terreno de juego.
Finalmente, la Copa voló con dirección a Roma y la expedición italiana dejó nuestro país guardando un grato recuerdo del mismo y, especialmente, de una Galicia que acogió, preparó, curtió y vio nacer a un combinado de leyenda.