10 junio, 2024
La Princesa Prometida es tanto en su vertiente literaria como cinematográfica todo un clásico de culto. La novela fue obra de William Goldman, viendo la luz en 1973, mientras que su adaptación al cine llegó en 1987 de la mano de Rob Reiner, toda una leyenda del celuloide y responsable también de obras como Cuenta conmigo (1986) o Cuando Harry encontró a Sally (1989).
Es quizás del film, por encima de la novela, del que más icónicos momentos guardan los fans en su retina y, también muy probablemente, el más recordado de todos ellos es la célebre cita de Íñigo Montoya, a la postre uno de los grandes protagonistas, que ya es historia pura del cine.
«Hola. Me llamo Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Prepárate a morir»
Mandy Patinkin firmó en ese instante un momento que pasaría a ser ya mítico (incluso el propio actor llegó a reconocer en una entrevista que no faltaba el día en que algún aficionado le detenía por la calle pidiéndole repetir la dichosa frasecita), además de uno de sus papeles de referencia, y junto con la princesa Princesa Buttercup (Robin Wright), Westley / El Pirata Roberts (Cary Elwes), Vizzini (Wallace Shawn), Fezzik (André the Giant) o el Príncipe Humperdinck (Chris Sarandon) acabaron dando forma a una película que conquistaría, al igual que el libro, el corazón de un buen número de espectadores.
En este sentido, destaca que una de las peculiares conexiones entre esta historia y España, concretamente Galicia, es la que surge a través de la del propio Íñigo Montoya.
Es por eso que muchos fans de ambas versiones han llegado a especular todo tipo de teorías acerca del universo de La Princesa Prometida, el cual, si bien por desgracia no llegó a poder desarrollar una saga o secuela al igual que otras historias de corte similar (aunque el propio Goldman llegó a confesar que de hecho estuvo trabajando en ella a través de una nueva obra de la que solo llegó a completar un capítulo titulado El bebé de Buttercup), ha dado para mucho.
LA PRINCESA PROMETIDA
Abordándolo de la forma más aséptica posible y para no entrar en el delicado territorio del spoiler para quienes aún no la hayan visto/leído (aunque advertimos que no nos quedará más remedio que hacerlo en los venideros párrafos), La Princesa Prometida puede resumirse como la historia de amor entre la Princesa Buttercup y su amado Westley.
Cuando Buttercup es comprometida contra su voluntad, Westley parte en una búsqueda para rescatarla del malvado príncipe Humperdinck, viviendo un emocionante viaje en el que enfrentan peligros, criaturas misteriosas y encuentran aliados inesperados, creando una historia con excelentes toques de humor y romance y que termina por ser una emocionante odisea llena de giros inesperados y personajes memorables.
LOCAS TEORÍAS GALLEGAS
Al margen de los citados Buttercup y Westley, el personaje que hoy nos ocupa es otro: Íñigo Montoya.
Y es que, precisamente, tal y cómo comentaron algunos usuarios en redes, podrían sostenerse ciertas teorías sobre las conexiones del propio Íñigo con diferentes lugares de nuestro país y uno de ellos es Galicia.
En este sentido, tal y cómo se especifica en la novela, Íñigo es español. “En las montañas de la España Central, en lo alto de las colinas que se yerguen en los alrededores de Toledo, se encontraba la aldea de Arabella”, detalla esta. En dicha aldea ficticia vive Íñigo con su padre, Domingo Montoya, un espadero muy peculiar que solo acepta encargos que le supongan un gran reto y que absolutamente nadie más pueda realizar.
Es precisamente en ese contexto cuando Domingo recibe la visita de un noble que le pide forjar una espada que se adapte a su particular condición, al contar este con seis dedos en una mano. “Quiero que me fabriquen la espada más grandiosa desde Excalibur”, afirma el ostentoso hombre, que termina convenciendo al propio Domingo de llevar a cabo dicha tarea.
Paradójicamente, todo el drama de Íñigo arranca en ese preciso instante y es que, tras obsesionarse por completo su padre con dicho encargo, finalmente consigue dar vida a una espada que el noble, una vez va a recogerla, desdeña. Se produce una fuerte discusión entre el noble y Domingo al no querer el primero pagarle lo prometido por su trabajo, por lo que el padre de Íñigo se niega a entregarle la espada, confrontándolo y, finalmente, falleciendo a manos del noble que, a la postre, también termina atacando a un Íñigo que lo desafía para acabar desfigurado, con varias marcas en la cara que le provoca el propio hombre.
Ese terrible episodio, que culminará más adelante con la mítica frase del personaje, inicia el arco narrativo de un Íñigo que desde aquel preciso instante y una vez recuperado, se obsesiona con perfeccionar su maestría en la esgrima, encontrar al hombre de los seis dedos y darle venganza en nombre de su padre.
“Encontraría al hombre de seis dedos. Se le acercaría y le diría sencillamente: «Hola, me llamo Iñigo Montoya, tú mataste a mi padre, dispónte a morir», y entonces, oh, entonces, comenzaría el duelo”, masca el protagonista en la obra.
Es en este punto donde podrían confluir ambas historias, ya que, tal y como constata el libro, Íñigo se embarca en una obstinada búsqueda que le lleva a recorrer el mundo a lo largo y ancho.
“El primer mes no fue tan desalentador. Iñigo recorrió toda España y Portugal. El segundo mes viajó a Francia y se pasó allí el resto del año. El año siguiente a aquél fue su año italiano, y después siguieron Alemania y Suiza”, recoge el libro.
Es esa búsqueda desenfrenada, además de la infinidad de ubicaciones que el autor menta, (“Para entonces, había visto todos los Balcanes y gran parte de Escandinavia y había estado en Florín, y visitado a los nativos de Guilder, y había estado en la madre Rusia y, poco a poco, había recorrido todo el Mediterráneo”) lo que lleva a muchos fans a pensar que sería perfectamente plausible que el protagonista no solo hubiera pasado por Galicia, sino que muy probablemente hubiera pasado un tiempo en tierras gallegas en la búsqueda del asesino de su progenitor.
Más allá de todas las referencias al interminable viaje de Íñigo, si por ejemplo pensamos en el tiempo en que se ambienta, aunque no lo especifica ni la película ni la novela, se puede deducir, por el uso de habilidades como la esgrima, la estructura política y social que se describe con la existencia de princesas, reyes y condes y otros factores como la vestimenta, que podría ubicarse entre la Baja Edad Media y el Renacimiento, una época donde Galicia ya contaba con una respetable posición y relevancia política en el conjunto del Reino.
Esta teoría se refuerza con el carácter de un Íñigo atormentado y nómada que recorre el mundo detrás de una venganza que sin duda, le habría llevado a buscar hasta en los últimos confines de la tierra, ¿por qué no lo habría hecho, precisamente entonces, también en la propia Galicia?
EL ENCANTO DE LA PRINCESA
Sea como fuere, sin duda, La princesa prometida adquirió con su estreno en la gran pantalla el estatus de clásico instantáneo y el paso del tiempo ha ido ampliando aún más su comunidad de fans. Son muchos y muy diversos los motivos que han llevado a la obra a ganarse el cariño del público: algunos destacan el hecho de que se trata de una de esas historias de siempre que es capaz de combinar hábilmente el género de la novela de aventuras, la fantasía, la leyenda medieval y el más apasionado romance. Otros destacan también la dimensión humorística de la historia, su ágil guión cargado de diálogos memorables o lo entrañable de un elenco de personajes de gran profundidad y que enfrentan todo tipo de aventuras hasta alcanzar su destino, dejando de por medio escenas para el recuerdo: desde el mítico “como desees” que Cary Elwes, hasta la aparición de Billy Crystal como El Milagroso Max, pasando por las icónicas andanzas Brigada Brutal o el hecho de que, tal y como se puede apreciar desde el inicio mismo de la historia, esta reivindica un amor incondicional por la lectura, algo que se aprecia a través de un Peter Falk tratando de convencer a su nieto, un jovencísimo Fred Savage, de lo mucho que se puede disfrutar con un libro. Y consiguiéndolo al final…
El propio William Goldman, autor de la novela, fue cuestionado más de una vez acerca de la obra y lo cierto es que ni siquiera él fue capaz de explicar a ciencia cierta qué tenía su historia para llevar consigo ese aura de misticismo y haber sacudido de tal forma el alma de los lectores.
«Recibí más respuestas sobre el libro que sobre todo lo demás que hice. Algo en La princesa prometida afecta a las personas», aseguró este.
MILES DE ANÉCDOTAS
Más allá de todo lo anterior, la adaptación a la gran pantalla de la novela de Goldman dejó tras de sí un sinfín de intrahistorias que contribuyeron aún más a consolidar esa fama de clásico atemporal en torno a La Princesa Prometida. El propio Goldman, que participó en la elaboración del guión y dijo haber creado la historia pensando en un cuento que pudiera gustarle a sus hijas, fue una de ellas, sumada a la participación de un Rob Reiner que consolidó aún más su estatus como leyenda en Hollywood.
Además de esto, la película contó con un buen puñado de profesionales de renombre: la banda sonora corrió a cargo del mismísimo líder de los Dire Straits, Mark Knopfler, mientras que las luchas de combate, como la que protagonizan Wesley e Íñigo, estuvieron coreografiadas por Bob Anderson, quien es responsable también ni más ni menos que de los combates en El Señor de los Anillos y Star Wars.
Las historias del set, en boca de los protagonistas y participantes del rodaje, también dieron para mucho. El mejor ejemplo fue la aparición de un Billy Crystal que rompería completamente el molde con su interpretación. Tal y como comentó Cary Elwes (Wesley) en su libro As You Wish: Inconceived Tales from the Making of The Princess Bride, el propio Crystal se robó todos los focos al pasar olímpicamente del guión e improvisar casi al completo toda su parte durante el film. Según destaca Elwes, Crystal era capaz de pasarse horas soltando chistes y gracietas hasta el punto de que filmar su escena se volvió algo tremendamente complicado al provocar este con ellas las risas de todo el equipo (incluida la de Elwes, que en esa misma escena debía aparentar estar muerto). Este incluso reveló que la toma tuvo que rodarse sin la presencia del director, cuyas carcajadas se colaban en cada plano.
Por si ni fuera suficiente, y a modo de dato definitivo para los más acérrimos cinéfilos, hay incluso quien afirma que el legendario François Truffaut soñaba con dirigir el film por considerarlo “inadaptable”.
Sean más de leer o de palomitas y sofá, sobran en todo caso motivos para acercarse a dos obras que todavía perviven en la mente de millones de personas y que son todo un referente en sus dos magistrales versiones.