6 junio, 2024
Como nos lo decía el don Sebastián de la Verbena de la Paloma hace 130 años, nos lo recordó hace sesenta Bob Dylan –aunque uno prefiere escucharlo en la versión española de Los Guardianes del Bosque– y reincidió en la afirmación Luis Pastor hace cerca de medio siglo, no puede decirse que no estemos avisados de que los tiempos están cambiando o, en el decir zarzuelero, que adelantan que es una barbaridad. Por eso no vamos a pedir desde aquí -¿O sí?- que el clima de entendimiento, colaboración y trabajo en común que presidió las relaciones entre el, entonces, Raxoi xunteiro con el Raxoi más genuino tengan que caminar ahora por la misma senda de aquellos tiempos.
Cambiaron los nombres –Fraga-Estévez versus Rueda-Sanmartín-, las entendederas, las connotaciones políticas y, por qué no decirlo, se intuye claramente que hasta la empatía entre los líderes que rigen los destinos de Galicia y los de la capitalidad. Demasiados condicionantes como para demandar carta de naturaleza a lo ocurrido tiempo atrás, cuando se aparcaba la confrontación política para remar -junto a Iglesia y Universidad- todos en el mismo barco de la prosperidad compostelana. No digamos ya si remontamos el análisis a la atrabiliaria época del Mesías de En Marea, capaz de desinstitucionalizar cuanto salía a su paso. Que un algo bastante de aquel pasado colérico quedó en el actual equipo de Gobierno ¿No? Y puestos en obviedades, incluso Iglesia y Universidad tampoco son lo mismo.
La alcaldesa compostelana acaba de pedir una reunión con el titular de la Xunta, en razón de las otras entrevistas que Alfonso Rueda realiza con los munícipes de otras ciudades gallegas tras su toma de posesión como presidente de la Xunta, y hay que señalar que no le falta razón a la regidora si se analiza el desplante que se le hace a Santiago por razones protocolarias obvias y que, gobierne quien gobierne en cualquiera de las dos instituciones, implicaría ese primer acto de mutuo respeto.
No está escrito, pero a nadie se le oculta que Inglaterra respecto de Estados Unidos o Marruecos en relación con España, deben ser las primeras visitas protocolarias de sus respectivos jefes de Estado. No estaría de más que similar costumbre protocolaria se estableciera también en la Xunta respeto de Santiago. Y volviendo a los tiempos idos ¿qué situaciones objetivas –más allá de las entendederas de cada uno- cambiaron para hacer inviable aquel clima de colaboración que presidió los primeros tiempos de la Xunta?. ¿Será mejor que obviemos la fácil respuesta?