Como todo está en los libros, a ellos hay que recurrir cuando se habla de cosas serias. El célebre mexicano Simón Cohen, que se alejó de la capital de su país por asmático y recaló en Monterrey para convertirse en símbolo de la resiliencia, escribió para la posteridad una serie de reflexiones que señalan el camino a muchas vidas en los cinco continentes. CEO de Henco Global, quizá su mayor aportación a la historia fue escribir «Pleno», ejemplar de los que dejan huella y debería ser de lectura obligada. Una de sus frases predilectas sintetiza lo adecuado: «honestidad es hacer lo correcto aunque nadie te esté mirando».
La cita viene al caso por el menosprecio, en general, que los ciudadanos tienen hacia el civismo bien entendido, y con mayor motivo cuando se vive en una ciudad admirada y admirable como es Santiago. Pronto se cumplirán cuatro décadas (¡parece que fue ayer!) cuando la hoy capital de Galicia fue declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad (1985), compitiendo con alguna de las más grandes y simbólicas urbes del planeta. Nadie lo diría con el desastroso espectáculo que se repite casi a diario -en todos los barrios, desde el más humilde al más emblemático- con la basura desperdigada en torno a los contenedores, soterrados o no, que los hay a montones.
La inmundicia, abandono y desinterés que se percibe en el vecindario, la porquería esparcida por aceras, viales, y la cochambre que casi envilece, se repiten día tras día con absoluto desprecio a los demás vecinos y también ante quienes viajan desde los cinco continentes para disfrutarnos. Precisamente hace pocas horas se difundió en todos los medios la llegada de la peregrina número 100.000 en lo que va de año, superando cifras anteriores.
¿Qué pensará esta buena mujer, recibida a bombo y platillo por el presidente de la Xunta, ante semejante espectáculo? ¿Por qué los vecinos y propietarios de tiendas muy visitadas en la conocida arteria General Pardiñas, a escasos metros de la escalinata de acceso a la Alameda compostelana, no son más cuidadosos con la imagen que se proyecta al final del Camino? ¿Por qué pese a los esfuerzos que se realizan para concienciar sobre esta cuestión seguimos menospreciando el orden, la limpieza y el decoro, no solo dentro sino fuera de nuestras residencias habituales?
Tan reiterado incivismo nos acerca más al tercermundismo faveliano que al primer mundo del que tanto nos gusta presumir, pero que tan poco parecemos respetar.