14 mayo, 2024
En la particular –y poco exhaustiva, todo hay que decirlo- contabilidad que este juntaletras tiene en su agenda a propósito del quehacer diario de la Xunta, el récord de la calderilla subvencionadora lo tenía el conselleiro de Presidencia y entonces vicepresidente, en una visita a la localidad de Noia para inaugurar unas obras deportivas que el Gobierno gallego había subvencionado por importe de… 15.000 euros. Pero como a todo hay quien gane, ese récord descendió con la visita que la conselleira de Medio Ambiente y Cambio Climático realizó –se supone que con el habitual equipo de jefe de prensa, chófer, delegado de la Xunta en la provincia en cuestión amén de algún otro cargo- al concello ourensano de Ramirás, donde inauguró la rehabilitación de dos hórreos que la Xunta había subvencionado con 13.000 euros. Y de nuevo la conselleira Vázquez bate el récord, en esta ocasión hace escasos días en una parroquia de Trazo, a donde acudió para inaugurar la rehabilitación de un tejado de un particular que la Xunta ayudó con 3.000 euros.
Lo que no dicen las noticias oficiales es el número de ciudadanos que desisten de estas y otras ayudas del Gobierno gallego tanto por la excesiva burocracia que se demanda para su otorgamiento, como por la incertidumbre de lograr la ayuda, supeditada siempre a ese “mientras no se agote la partida”, que es la mejor manifestación de un quiero y no puedo.
De todos modos, dado que el presupuesto inversor de la Xunta es de 2.800 millones y tomando como referencia esos 3.000 euros de Trazo, ¿Realizarán los conselleiros las 2.700 visitas diarias fruto de dividir aquel presupuesto entre subvenciones a razón de esos tres mil euros? ¿Realmente no hay nada más importante que hacer en el trabajo de despacho de las consellerías? ¿Cuándo la Xunta dejará de jugar con esas subvenciones-sorteo para llevar a cabo proyectos de ayuda con garantías?
EL BNG OCULTA A SUS SOCIOS PARA LAS EUROPEAS
Del mismo modo que el asesino siempre regresa al lugar del crimen y el que fue feliz en un escenario anhela el permanente retorno al lugar, el BNG escogió la ciudad olívica, donde se erigió como la fuerza más votada en las pasadas elecciones autonómicas, para presentar su candidatura a las elecciones europeas del 9 de junio, en las que podrán participar 2.702.442 gallegos.
La aún eufórica fuerza independentista gallega tras los resultados del pasado 18-F escogió como slogan para defender su candidatura la de presentarse como el “partido da casa”, sin duda un acierto el de mostrar la mayor familiaridad posible con el votante. Lo que pasa es que dicho aserto es verdad… a medias, que es la peor de las mentiras. Porque lo que ocultan, incluso en la papeleta que introducirá en las urnas, es que su candidatura está integrada en la de Esquerra Republicana y la de Bildu, de modo que ateniéndonos a situaciones ocurridas en el pasado, no es cierto que, como dice Ana Pontón, su candidatura esté “libre de interferencias”. ¿Le recordamos aquí las veces que su formación votó con los coaligados en favor de Cataluña o Euskadi –caso de la financiación, por ejemplo- que suponía un manifiesto perjuicio para Galicia? ¿Sigue jugando el BNG al doble juego de esconder en Galicia lo que vota en Madrid?