9 mayo, 2024
Las historias que unen a Galicia y Argentina son innumerables, perpetuando lazos más allá del tiempo y la distancia. Diáspora, oportunidades, vidas cruzadas, nuevos mundos, pasajes solo de ida, morriña y sobre todo, historias de amor. Relatos que a más de 100 años del pico de la ola migratoria, merecen seguir conociéndose porque hablan de nuestra propia esencia. Porque hablar de amor es pensar en la familia y de este lado del océano, somos miles quienes heredamos la sangre gallega. Y en estos tiempos de redes sociales, a través de Facebook tuvimos la oportunidad de conocer la vida de Berta relatada por su nieta Daniela Crespo, una estudiante de abogacía del barrio de Berazategui, en la zona sur de Buenos Aires.
Daniela nos narra la historia de su abuela con la emoción a flor de piel y al borde de las lágrimas: “Mi abuela Berta Ofelia Santa Cruz Gancedo nació en La Coruña un 23 de marzo de 1933, en la calle Emilia Pardo Bazan, en pleno centro, en un edificio de varios pisos. Gallega de pura cepa, de esa tierra amada y meiga, como ella siempre me contaba. Se crió con sus abuelos, ya que a sus 5 años perdió a su madre. Y su padre, mi bisabuelo Alfredo, luego se casó con una de las hermanas de la fallecida, que maltrataba habitualmente a ella y a sus hermanos. A los 23 años emigró de La Coruña para acompañar a sus tíos a mi patria, Argentina, que habían sufrido la pérdida de un hijo. Salió desde el puerto de Vigo y llegó a Buenos Aires un 10 de noviembre de 1956. La vida nunca le fue fácil y todo le costó mucho desde su llegada. Vivió atravesada por la morriña de aquellos que abandonaron su Galicia de siempre para ir a una tierra desconocida y por eso jamás olvidó las raíces ni sus costumbres de origen. Gracias a ella la sangre gallega corre por mis venas y amo tanto a un país que no conozco personalmente.”
Y continúa contando “Mi abuela sufrió demasiado: había perdido a su primer hijo y apenas seis días después de tener a mi mamá, enviudó trágicamente. Se quedó sola con una bebé y lejos de su familia, allá en España. Pero a pesar de tantos golpes que la vida le dio, nunca se rindió. Trabajó de comerciante, tuvo su propio almacén (obviamente llamado “La Gallega”) y luego otro, años más tarde, de bazar y perfumería. La importancia del trabajo la heredé de ella. También sus valores, ser siempre buena persona, llevar a Galicia en su alma todos los días. Era de escuchar el Himno y llorar, contarnos sobre la queimada… y el acento gallego ¡que cosa mas linda!”. Llorando nos cuenta que Berta, su abuela, la protagonista de esta historia, se merece todos los honores y que fue una gran persona que jamás se rindió a pesar de las adversidades de la vida. “Continuamente esforzándose, fueron pasando los años: nacieron mis padres, luego mi hermana y yo. Todos fuimos creciendo escuchando la rianxeira y con la televisión gallega siempre encendida en casa.”
Siempre tuvo el deseo recurrente de volver a su añorada Galicia y poder a ver a su familia, pero le era imposible económicamente debido a los altos costos del viaje, hasta que dos amigas lograron llevar adelante el sueño imposible de Berta a través de “Sorpresa y media”, un programa de televisión argentino conducido por Julián Weich, de variedades y entretenimiento familiar que se emitió en Canal 13 entre 1996 y 2002 y lideró ampliamente los índices de audiencia todos los domingos: se convirtió en un gran éxito desde su primera emisión atendiendo pedidos de familiares y allegados de personas anónimas para recibir una sorpresa. Y Berta fue una de las elegidas.
Gracias al programa televisivo, en 1999 tuvo la suerte de poder regresar a su patria y reencontrarse con sus hermanas después de 43 años sin verse. “La sorprendieron en Buenos Aires con un grupo de gaiteros, caminando hacia mi casa, mientras le hacían una entrevista, sin que ella supiera nada de lo planeado. Pensaba que era mi padre quien le ponía el bello sonido de las gaitas: abrió la puerta del costado y salió para ver que pasaba. Conmovida al oír esa música que a los emigrantes gallegos tanto los moviliza, fue sorprendida avisándole que en dos días iba a viajar a España. Sin entender nada, reaccionó diciendo que no tenía dinero para el vuelo. Pero la producción del programa ya tenía preparados hasta los pasajes”
“Una vez en Madrid, -prosigue Daniela- en complicidad con mi prima María, primero se encontró con su hermana Marina, cariñosamente llamada “Tía Pitusa”. El abrazo fue conmovedor ¿Qué mejor que te abrace tu hermana después de tanto tiempo y que lo haga en el país donde naciste? Luego el equipo televisivo la llevó también a su Galicia amada, donde tuvo una nueva sorpresa al reencontrarse con su otra hermana, “Pely”, mientras caminaban por la playa. Recordar esa imagen me da la sensación de que la morriña se había terminado por un momento: pudo comer mariscos, recorrer los puestos de venta de pescados, mostrarles al equipo de Sorpresa y media el olor a mar… ese aroma que aún en Argentina le hacía sentir nostalgia, ya que por más lejos que esté de Galicia, ella siempre se sentía ahí.”
Años más tarde pudo regresar nuevamente a su tierra natal compartiendo más tiempo con su familia y luego en Argentina siguió defendiendo con orgullo sus orígenes, enojándose mucho con quienes se referían a los gallegos y sus descendientes en forma despectiva. Daniela confiesa que ella también se molesta demasiado con los prejuicios o chistes que a veces siguen existiendo hacia los inmigrantes y siente como si atacaran directamente a su abuela. Siempre cariñosa, recuerda que su frase favorita era “No hay peor desprecio que no dar aprecio” y sorpresivamente nos confiesa que está atravesando el dolor profundo del duelo porque su abuela Berta falleció este 18 de abril, hace menos de un mes.
Gracias a las partidas de nacimiento que Berta le ofreció en vida e identificada con España en general y Galicia en particular por sus raíces, Daniela comenzó sus trámites de nacionalidad. “Yo no sabría decir que hubiera sido de mi sin mi abuela, sin estos 33 años que pude compartir. Y no me quedo pensando en lo que ya no va a ser, porque es una parte de la vida que tuvo que pasar. Pero el poder hacer la ciudadanía con la Ley de Memoria Democrática en honor a mi abuela creo que es el mejor legado que me han podido dar. El poder ser española y argentina a la vez, llevar a Galicia en la piel y confirmarlo con un documento, es honrar más su memoria que cualquier otro bien material que podrían haberme otorgado. Ser descendiente de gallegos no es cualquier cosa. Ser descendiente de un gallego es un honor, el orgullo de haber tenido a mi abuela durante toda mi vida. Un prestigio que no muchos tienen: el haber crecido con las poesías de Rosalia de Castro. He aprendido de sus valores y ética. ¿Qué mejor legado le puede dejar un gallego a sus nietos?”
Y finaliza nuevamente entre lágrimas: “He compartido con mi abuela hasta sus 91 años y sé que muchísima gente la quiere. Eso habla de su belleza como persona, mujer, madre e hija. Fue un ser maravilloso. Y en este relato, que sale de lo más profundo de mis entrañas en pleno duelo, creo que muchos pueden sentirse identificados. ¿Qué importa ahora el dolor, si en mis días tristes se reflejan sus ojos verdes? Berta y su risa, su piel, su acento, sus consejos. Es, fue y será un honor llevar su sangre gallega dentro mío. Y por eso siempre digo que el mejor legado que me dejó son sus valores. Desde niña ansío conocer España y recorrerla ya como ciudadana: si algún día emigro a Galicia, lo haré en su nombre. Volveré a llorarla en su tierra y así honrarla para siempre.”