7 mayo, 2024
En el incierto calendario que cada vez con mayor inquietud se cierne sobre la Fiscalía General, tan dada a sus excentricidades resolutivas, no fue ayer el mejor de los días para una institución que depende directamente del presidente del Gobierno, como se encargó de dejar claro Pedro Sánchez en TVE “¿De quién depende? Pues eso”.
Por una parte, la decisión del Tribunal Supremo de anular el nombramiento de Dolores Delgado como fiscal de Memoria Democrática, que había propiciado quien fuera su sucesor y actual Fiscal General, Álvaro García Ortiz. Anulación que sigue a otro particular “favor” que el discípulo quiso otorgar a su mentora al designarla como fiscal de sala de lo Militar y que también se declaró nulo por la Justicia en noviembre pasado.
Por otra parte, la decisión del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, conocida también ayer, de admitir a trámite -contra el criterio de la Fiscalía general y aún de 19 de los 31 fiscales de sala obligados a pronunciarse por la cerrazón de la fiscala que entendía el caso- las dos querellas presentadas contra dos miembros del ministerio público por supuesta revelación de datos atentatorios contra la intimidad de la pareja de Ayuso. La del propio afectado a la que se sumó y actuará en consecuencia como acusación popular el Colegio de Abogados de Madrid.
La denuncia presentada en su día por Alberto González Amador, novio de la presidenta de la Comunidad de Madrid, contra dos fiscales por revelación de secretos recayó en el despacho de la fiscala María de la O Silva Fernández, miembro de la mayoritaria Asociación de Fiscales, quien entendía que procedía informar favorablemente la admisión a trámite la denuncia de la pareja de la presidenta madrileña.
Una decisión que no era compartida por la Fiscalía General como se le hizo llegar para que cambiara de criterio. Su negativa a hacerlo llegó hasta el extremo de, en el inicio de la investigación, demandara las comunicaciones de sus jefes, incluida la del propio Fiscal General, con el objeto de determinar si la cúpula fiscal había cometido un delito de revelación de secretos. Su posición firme de aconsejar tramitar la denuncia frente al criterio de sus superiores, la llevó a invocar el artículo 27 del Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal, contra la orden que le había dado la número “dos” de García Ortiz, María Ángeles Sánchez-Conde, de no seguir adelante. Mediante dicha invocación, la decisión quedaba en manos de los Fiscales de Sala, que por 19 a 12 acataron la resolución de aconsejar el archivo de la querella.
La cúpula fiscal determinó, seguidamente, el apartamiento de María de la O del caso que pasó a manos del fiscal superior de Extremadura, Javier Montero.
La resolución, ayer, martes, del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, en la que actuó de ponente el magistrado Celso Rodríguez, natural de Ribadavia, de admitir a trámite las dos querellas presentadas, la del afectado y la del Colegio de Abogados de Madrid, supone un duro varapalo a las tesis de la Fiscalía, no oculta la sensación de protección que se intentó contra los denunciados e, incluso, sitúa al fiscal general en una incierta situación judicial, si se demuestra que avaló la filtración a los medios de comunicación de las divergencias que mantenían los miembros de su ministerio con la pareja de la presidenta madrileña a causa de unas reclamaciones de Hacienda.
La resolución, asimismo, viene a refrendar el deontológico proceder de la fiscal María de la O Silva Fernández, oriunda por parte de padre, de tierras arzuanas, e hija y sobrina de dos personalidades ampliamente conocidas y respetadas de esta ciudad. Su padre Jesús Silva Porto (1924-2009) nacido en Compostela, donde está enterrado, fue un destacado especialista en Derecho Penal, que compaginó su actividad profesional con otras de signo político (Comisario general del Patrimonio Artístico Nacional o el primer director general del Instituto Nacional de la Seguridad Social) y aún empresarial. Decidido monárquico, fue miembro del Consejo Privado del Conde de Barcelona. Asimismo, su tío José Antonio (1938-1997), nacido también en Compostela, fue un conocido periodista, presentador de televisión, novelista y piloto de aviación, excepcional persona y entrañable amigo de buena parte de quienes hacen Diario de Santiago.