28 abril, 2024
Tomo prestadas varias expresiones de un artículo escrito por uno de los mejores y más honestos periodistas que disfrutamos en Galicia desde hace décadas, Juan Salgado, que comparte espacio en Diario de Santiago. Se refiere a la actitud «grotesca y cursi, por infantiloide», a la «emponzoñada trifulca» en la que metió el presidente del Gobierno a un país de casi 50 millones de habitantes, y al brillante resumen que lo dice todo: «Ni Nerón lo hubiera hecho mejor». Es rotundo este respetado profesional, que resume como ningún otro la patética situación de Pedro Sánchez a punto de que finalice su anunciado retiro.
Aunque nos cueste creerlo, la realidad, en este caso, supera a la ficción. Ni todos los guionistas del planeta juntos, desde Hollywood a nuestra tierra, cuna de grandes escritores, serían capaces de crear un formato con planteamiento, nudo y desenlace similar. No es creíble que el principal mandatario de la décimo cuarta potencia del mundo haga mutis y se encierre en su residencia palaciega, durante casi una semana, para consultar qué hará con su futuro. Además de con la mullida almohada y arropado por la pléyade de sus más cercanos colaboradores, se supone que el deshoje de la margarita finalice con la mejor de las soluciones posibles… para él y los suyos, claro. Esperpéntico. Ni en los buenos tiempos del genial Valle.-Inclán se jugó tan descaradamente con tirios y troyanos.
Lo cierto es que Pedro Sánchez da juego para guionizar series. Alguna de terror. Los precedentes están ahí. Hasta ahora las hizo mortales; este nuevo salto sin red no debería sorprendernos. Su trayectoria es como la de un saltimbanqui; un día dice una cosa, mañana la contraria, después niega las dos, y a continuación continúa mintiendo. Una espiral diabólica. Pero no hay que negarle inteligencia. Un conocido intelectual sostiene que para mentir hay que ser más listo (o listillo) que quien dice la verdad. Este último no se contradice; el anterior se enfangará cada día un poco más. ¿Merece la pena vivir así?
En los días transcurridos desde que el 25 anunció en una red social su propósito, se escuchó de todo. La antología de sus detractores es infinita. «Un órdago a la democracia, totalitarismo de libro, es más un autócrata que un demócrata, pretende acallar al poder judicial, provoca la difusión de un manifiesto en el que se llama golpistas a medios informativos y a jueces, caudillo absolutista, actitud grotesca de tirano ofendido, el tic más autoritario de un político desde que Franco abandonó el poder, un peligro nacional…» y hasta hay quien pide para él un análisis psiquiátrico por la fiebre narcisista que parece dominarle.
Lo que nadie discute es que la mujer del presidente español, Begoña Gómez, firmó una carta de recomendación y se benefició de ciertas prebendas de dudosa ética. El hecho es sagrado, y al no ser desmentido las opiniones son libres. Por tanto el asunto está más claro que el agua. No salir al paso de una verdad con otra que la desmienta es la cuestión. Todo lo demás, debate estéril. Dicen asociaciones solventes de jueces que ni Sánchez ni su esposa Begoña están al margen de la ley. Ninguno de los dos son inviolables. Ambos parecen olvidarlo. Los suyos, que tanto les aplauden, también.
Y eso nos lleva a poner sobre el tapete dos nombres que entre si están en las antípodas pero ayudan a contextualizar el caso. King Jong-Un, que hizo desaparecer (físicamente, se entiende) a grandes jefes políticos y militares porque no aplaudían sus discursos con el fervor que merece el líder supremo de Corea del Norte, y Adolfo Suárez, padre de la Transición en España, que dijo prometer y prometió que dimitiría el día que perdiera el favor del pueblo, y lo hizo, sin retiros, ni aspavientos, ni polarizaciones, ni nada de nada.
Este lunes se desvelará el enigma. A riesgo de equivocarnos (¡ojalá!) nuestra apuesta es que Pedro Sánchez extraerá otro conejo de su chistera, dirá entre lágrimas que se siente conmovido por la lealtad incondicional de sus súbditos y continuará, entre los aplausos de quienes viven y muy bien de sus canonjías (tenemos casos sangrantes muy cercanos), haciendo de las suyas. Si uno plantea un retiro con amenaza velada de que se va a ir, y ese es el caso, lo que quiere decir es que no se quiere ir. Ya verán.