23 abril, 2024
El 8 de abril de 2005 una unidad de la «Policía para la promoción de la virtud y la represión del vicio» atacó a dos parejas de novios que paseaban por la playa en la localidad de Beit Lahia, al norte de la ciudad de Gaza. Las dos chicas eran Jusra al-Azami, estudiante en la universidad islámica de Gaza y su hermana. Ambas habían sido comprometidas por sus familias para futuros matrimonios, siguiendo las normas que establecían la ley religiosa y la costumbre. Según ellas, un matrimonio es un acuerdo entre el padre de la novia y la familia del novio, que se sella verbalmente y que tiene que ir acompañado de un pago por parte del futuro marido, o su familia, a su futuro suegro. Tras este pacto el matrimonio está ya sellado y solo falta la ceremonia religiosa, y el consiguiente festín, para que se haga efectivo. En el matrimonio el marido y la mujer no son iguales en derechos. El marido ejerce la autoridad y administra los bienes y puede repudiar unilateralmente a su esposa, mientras que la mujer no puede solicitar el divorcio. Lo ha de hacer su familia, en caso del maltrato, por ejemplo, pero esto no es fácil porque supone un conflicto entre las dos familias que sellaron el acuerdo matrimonial.
La patrulla policial primero increpó a las dos parejas, que dijeron que estaban comprometidas en matrimonio, y que por eso podían pasear por la playa. Como fue subiendo el tono de los reproches, las parejas escaparon hacia la casa de los Azimi. Los policías les dispararon y fue herido Ziad, el novio de Jusra, siendo ella alcanzada por varios disparos, que le causarán la muerte. Los policías arrojaron su cadáver al suelo y lo mutilaron con palos y barras de hierro, ante otros estudiantes que presenciaban la escena.
Como consecuencia de esto la población de Gaza se sublevó contra los islamistas. Y al día siguiente la Asociación del Pueblo de Jaffa, abrió un proceso y denunció el hecho como un «ataque al honor- sharaf- de Palestina.» Los cinco acusados, que habían sido identificados, alegaron que eran miembros de Hamas, y que habían recibido órdenes de un oficial superior, que también fue identificado. La asamblea, a continuación, pidió que fuesen castigados y entregados a la familia para ejercer contra ellos la venganza de sangre o diyya.
En los distintos pueblos que formaban la población de Gaza, más de una docena, el grupo familiar era el protagonista de la vida económica social y legal. Una afrenta contra una persona lo era contra su grupo familiar, que era corresponsable, tanto de modo activo como pasivo. Es decir, que se vengaba colectivamente contra el posible delincuente y su familia. Este sistema es bien conocido en el Próximo Oriente desde el tercer milenio a.C., y es el propio de los semitas: acadios, babilonios, asirios, y también de los judíos y luego de los musulmanes. Y ese mismo sistema estuvo en vigor en Grecia y Roma, antes del nacimiento del derecho, y en toda la Europa medieval. Puede parecernos extraño, pero formó parte de la historia durante milenios.
Como la familia Azami podía ejecutar a los culpables, las familias de los asesinos pidieron negociar. Y es que en ese sistema los conflictos se resuelven, o bien mediante la venganza, o con la negociación, que incluye un pago o indemnización por la vida o el daño causado a las víctimas. Y también puede sellarse la negociación pactando un futuro matrimonio entre miembros de las dos familias. Fue en ese momento cuando Hamas negó conocer a los asesinos, en un principio. Luego admitió que sí eran militante suyos, pero alegó que actuaron por su cuenta. Y solicitó que no se aplicase la ley tribal consuetudinaria –nif-, sino que el delito fuese juzgado según la ley islámica o sharia.
«El velo fue obligatorio en la universidad, lo que encontró resistencias. Se prohibió a las mujeres fumar en público, se comenzaron a introducir cada vez más normas sobre su vestimenta y sobre todos los aspectos de su vida, prohibiéndoles, por ejemplo, el acceso a internet»
La policía de la Autoridad nacional Palestina – al-Fatah-,entonces aun presente en Gaza, presionó a Hamas y pidió la entrega de los culpables, porque la opinión pública estaba en contra de Hamas. En ese momento las familias de los culpables se reunieron con la familia Azimi, para poder llegar a un acuerdo ante una corte formada por expertos en la sharia, o ulemas. Antes de la sesión los líderes de Hamas habían visitado a los Azimi y aceptaron realizar el pago, lo que dejaba en suspenso la venganza de sangre durante un período conocido como atwa. Lo que querían negociar era un pago basado en las tasas que establece la hukum shari, la norma de ley religiosa. Pago que la familia Azimi aceptó.
Una vez aceptado, se selló el sulh, o acuerdo de reconciliación, que se publicó en los periódicos, destacando que había sido voluntariamente aceptado por ambas partes. Se llevó a cabo una ceremonia, a la que asistieron exclusivamente los hombres de las familias de las dos partes, así como los notables de la ciudad de Gaza, que hicieron pública la resolución de disputa – rajul al-islah- estando acompañados por los líderes de Hamas y los sabios islamistas. Tras el pago por la muerte de Justa se hizo una fiesta, con lo que se suponía que se había cerrado el conflicto y que la vida de Jusra ya estaba bien pagada.
En su campaña electoral de 2005, que le llevaría al triunfo, Hamas dice que los asesinos de Jusra «no sabían que las parejas estaban ya prometidas, y que los hermanos atacantes se equivocaron porque creían estar ante un caso de conducta inmoral» (Mushir al Mashir, citado por Donald Macintyre en The Independent, 15 abril, 2005). Los ulemas rebajaron a la mitad la indemnización por la vida de Jusra, la diyya o «dinero de la sangre», una cifra en la que la vida de una mujer vale la mitad de la de un hombre, porque la muerte había sido un accidente. Naturalmente si las dos parejas no hubiesen estado comprometidas el asesinato podría haber estado justificado.
En este caso, tal y como ocurrirá posteriormente cuando Hamas se haga con el control de Gaza, lo que se quiso hacer fue suprimir la justicia tribal, con sus cadenas de venganzas y acuerdos entre familias, pueblos: beduinos, agricultores, pescadores, y clanes de distintos tipos, para el gobierno de los cuales ya Al-Fatah había creado un órgano encargado de los «Asuntos tribales». Pero esa justicia no fue sustituida como ocurrió en Grecia, Roma, la Europa medieval, o en los nuevos estados nacidos de la descolonización, por un sistema jurídico laico basado en la ley y en los procedimientos judiciales de validez universal. O sea, por un sistema racional, en el que la igualdad ante la ley y la universalidad de la misma han de ser principios innegociables. Lo que hizo Hamas, poco a poco, fue hacer que la justicia tribal fuese sustituida por la justicia islámica.
Las ideas de Hamas sobre las mujeres se plasmaron en 2009 en su decreto sobre las normas de vestido femenino, que fueron rechazadas, o muy mal recibidas, por las mujeres de Gaza. En ellas se volvía a imponer el velo –hijab- no solo en las mezquitas, cuyo número comenzó a crecer exponencialmente, al igual que el número de madrasas o escuelas religiosas islámicas, cada vez más controladas por el grupo radical sunita de los salafistas, apoyado y financiado por Arabia Saudí. El velo fue obligatorio en la universidad, lo que encontró resistencias. Se prohibió a las mujeres fumar en público, se comenzaron a introducir cada vez más normas sobre su vestimenta y sobre todos los aspectos de su vida, prohibiéndoles, por ejemplo, el acceso a internet. Por lo general esas norma eran rechazadas, por lo que pasaban a convertirse en recomendaciones, para luego volver a ser normas, cuando se debilitaba la resistencia de las mujeres.
No deja de ser llamativo el hecho de que incluso al principio del ascenso de Hamas se proclamase el Califato de Rafah, o el Emirato de Palestina, encabezado por Khaled Banat, un experto en explosivos, fundador de las Brigadas de Qasam – de las que nació el ejército de Hamas-, así como por el imán de la mezquita de Ibn Tamiyya, Shaykh Abd al-Latif Mousa, que acabarían cayendo en un enfrentamiento armado con Hamas. Sus ideas fueron rechazadas en un principio, pero la penetración del salafismo, muy favorecida por el acceso a internet, y la penetración de otros grupos islamistas en Gaza harían que el proceso de islamización se fuese acelerando progresivamente. Tras él, la historia de Jusra iría cayendo en el olvido, no quedando de ella ni siquiera una huella en la arena de la playa de Beit Lahia. Y es que parece que muchas veces, en Gaza y en tantos lugares, las mujeres no tienen derecho a la memoria.