2 abril, 2024
ƒEl Nobel Cela, en su intimidad, se comportaba como lo que el tópico define a un lord inglés. Este periodista tuvo ocasión de comprobarlo en varios encuentros celebrados con el personaje más famoso de la historia de Padrón, en los que también era protagonista Marina Castaño, la mujer con la que convivió antes y después del sonado divorcio de su primer matrimonio, hasta que los separó la muerte en el año 2002.
Suele ocurrir que se descubra y valore más a un personaje de la dimensión estratosférica de Camilo José (así le llamaba Marina) a través de pequeños gestos cotidianos que leyendo su obra o asistiendo a conferencias magistrales. Discursos y apariciones públicas dicen menos de su calidad humana que textos elogiosos de quién recibió, además del Nobel, los premios más importantes de las letras españolas: el Príncipe de Asturias y el Cervantes. Además, fue distinguido con doctorados honoris causa en más de una decena de países.
El modesto anecdotario al que asistió el periodista tuvo como escenario su amplia casa de Campo en Fontanar (Guadalajara) poco después de recibir el Nobel en 1989. Residía en un fortín que era a la vez el gran museo de su obra, traducida a múltiples idiomas, desde el japonés al ruso. El arquitecto del magno edificio era otro gallego, Luis Caruncho, denominado padre del constructivismo. Una cena íntima, austera y agradable, remató la jornada de trabajo que se había impuesto, y un aparente pequeño gesto resumió la grandeza de su trabajo.
Se trataba de publicar un libro, el primero y único escrito por un Nobel en idioma gallego, y había que elegir título. En un folio manuscrito el autor pidió al periodista que marcara con una cruz tres de las ¡¡veintisiete!! opciones posibles. Y, oh casualidad, una de las tres era la favorita de Cela. Así nació «O camaleón solteiro». Un pequeño pequinés, jefe de la casa, dando saltos de alegría alrededor del «jefe», también se sumó al acuerdo. Está claro que el escritor se ganaba el sueldo a pulso. Trabajó 27 posibilidades para descartar 26. Así escaló tan altas cumbres de la literatura universal.
Meses después del histórico triunfo que catapultó su fama urbi et orbi coincidimos de nuevo en una cena en Monforte. Los vecinos que abarrotaron el Teatro Lemos, tras la conferencia que pronunció gratis, quedaron boquiabiertos. El más aplaudido en la historia local. Después se celebró la obligada cena en su honor. Asistían Cela, Marina, el alcalde Celestino Torres y el cronista oficial de la ciudad José Luis Balado; éste, dicharachero, culto, alto y potente de anatomía, hizo abundante uso de la palabra para presumir delante del ilustre invitado. Y eufórico, animado, exaltado, pronunció estas palabras: «Don Camilo, usted y yo nos parecemos mucho». Cela lo miró con evidente menosprecio y le respondió con más frialdad que un témpano de hielo: «Ya le gustaría a usted».
El cronista, impresionado por la respuesta, no despegó los labios en toda la noche. Genio y figura de un hombre excepcional. Algún día habrá que contar por qué en Galicia algunos notables de la época le vetaron… pero esa es otra historia.