La prostituta gallega que se hizo canción en Buenos Aires
Gonzalo Catoira
8 septiembre, 2024
Posiblemente nunca sabremos su nombre, que quedará oculto como otros cientos de enigmas de las noches porteñas en las primeras décadas del siglo XX. Ni siquiera vamos a poder ubicar con exactitud la aldea desde donde emigró hacia Argentina, pero la historia de vida de una “Galleguita” que ejercía la prostitución en los burdeles en Buenos Aires quedó inmortalizada en varias canciones, grabada hasta por el mismísimo Carlos Gardel. Incluso más cerca en el tiempo, el emblemático tango en su honor fue tocado por las orquestas de Anibal Troilo, Osvaldo Pugliese y hasta cantada en la película «Amor en las Sombras» del año 1960 por la inolvidable figura de Libertad Lamarque.
Los principios del siglo pasado fueron tiempos convulsos en el mundo por el conflicto bélico que desató la Primera Guerra Mundial, pero Argentina, al declararse neutral, siguió prosperando en un clima de crecimiento económico pero en el que día a día se notaba con más claridad la diferencia entre las clases sociales: los inmigrantes, en su mayoría españoles, seguían proyectando una mejor calidad de vida trabajando arduamente por magros salarios mientras los criollos accedian a los puestos laborales mejor remunerados. En esa época, Argentina se destacó por su modelo agroexportador, considerándola “el granero del mundo” y progresivamente en la Capital Federal se fueron estableciendo los terratenientes más poderosos que terminaron formando parte de la aristocracia porteña.
De esa manera, el país estaba claramente dividido en tres clases sociales: la aristocracia inmensamente rica, los locales y algunos inmigrantes progresando económicamente y el resto de los recién llegados, subsistiendo con pocos ingresos o luchando por ingresar al mercado laboral. Entre estos últimos se encontraban cientos de gallegos, la gran mayoría de los llegados desde Europa, que pese a su interminable esfuerzo y buenas costumbres, en muchos casos no podían acceder a mejores oportunidades que en su tierra natal y comenzaron a bordear la marginalidad. Quizás sea este el caso de la “galleguita”, que protagonizó el tango escrito por Alfredo Navarrine donde cuenta las desventuras de su vida.
La canción comienza contando su llegada; “Galleguita la divina / la que a la playa argentina / llegó una tarde de abril / sin más prendas / ni tesoros / que tus negros ojos moros / y tu cuerpito gentil” marcando además de su belleza, la pobreza con la que arribó al país, al igual que tantos otros compatriotas. Pero el contexto del relato del tango, escrito en 1925, cambia por completo en el próximo verso, diciendo que “Siendo buena / eras honrada / pero no te valió nada / que otras cayeron igual / Eras linda, galleguita, y tras la primera cita / fuiste a parar al Pigall.” Y la gran sorpresa llega cuando nos proponemos averiguar que era “el Pigall”.
Revisando diversas fuentes, en varios textos erróneamente describen al “Pigall” como un barrio marginal y peligroso de Buenos Aires. Nada más lejos de la realidad: el Royal Pigall era uno de los cabarets más populares de aquella época, ubicado en el vestíbulo del Teatro Royal de la Avenida Corrientes 831. Tenía un gran salón decorado lujosamente, abierto al público de 19 a 21 horas con una pista de baile rodeada de mesas, barras y escenarios para orquestas, donde después de la medianoche concurrían grupos de hombres y mujeres solos. Allí, recibidos en la puerta por un portero con faldón y gorra con el nombre del lugar, los visitantes masculinos recibían los servicios de prostitutas vestidas de satén, entre las que seguramente estaba la recordada galleguita.
Recorrer la cronología del Pigall también es describir el Buenos Aires de principios del siglo pasado: el primer establecimiento, llamado Royal Pigall, fue fundado en 1894 y frecuentado por muchos artistas y políticos, allí nació la primera banda de jazz rioplatense. En el año 1920 se mudó a escasos metros y en el espacio del cabaret original se creó el Teatro Tabarís, un clásico teatro de revista que se mantiene activo hasta la fecha. Pero la historia del famoso burdel, como dijimos, no iba a terminar ahí: los dueños del negocio, necesitando un espacio mayor ante la afluencia de tantos clientes, buscaron en la zona un lugar acorde al nuevo emprendimiento y lo encontraron muy cerca, a solo dos calles del anterior.
El nuevo cabaret se instaló en la calle Maipú 340, donde en 1870 había una fábrica de carruajes que luego sería convertida en un teatro de variedades con ilusionistas, acróbatas y campeonatos de lucha grecorromana. Este antiguo edificio fue demolido para construir desde cero el icónico burdel, llamado Maipú Pigall, que además de una enorme pista de baile y salones exclusivos para clientes importantes (uno de los primeros espacios “vip” de Buenos Aires) incluía un lujoso casino al que se accedía solamente con reserva previa y bajo excluyente recomendación de algún famoso invitado de la aristocracia porteña.
El Maipú Pigall marcó toda una época de lujos y excesos, hasta que la crisis de 1929 influyó en el cierre del casino y el cabaret lentamente volvió a convertirse en un teatro tradicional. Finalmente fue vendido en 1957 para instalar allí un cine que proyectaría películas con el sistema Cinerama, aunque siempre estará vinculado a la historia del tango por el número y el prestigio de las figuras de ese género que pasaron por su escenario como Carlos Gardel, Anibal Troilo y Osvaldo Pugliese: todos ellos grandes artistas que en diversas etapas de su vida han cantado o grabado la canción que homenajea a la protagonista de este artículo.
Volviendo al tema de la galleguita, la letra sigue con el relato de una enorme traición, contando que un viejo amor despechado regresó a su aldea natal y le contó a su madre que ejercía la prostitución. “Sola y en tierras extrañas / tu caída fue tan breve / que, como bola de nieve, tu virtud se disipó / Tu obsesión era la idea / de juntar mucha platita / para tu pobre viejita / que allá en la aldea quedó.” Una dura vida que se convirtió en canción tan popular que muchos años después fue incluida en la película “Amor en la sombra”, cantada por Libertad Lamarque, la máxima figura argentina por entonces. Dicha película, estrenada en 1960 en una multitud de cines de Buenos Aires, fue también proyectada en el Cinerama de la calle Maipú 340, ubicado en el lugar del antiguo cabaret Pigall, donde la galleguita había llorado sus penas.
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