11 septiembre, 2024
Cuando se indaga en las tasas de criminalidad en Estados Unidos, Unión Europea o Japón, uno se encuentra con cosas curiosas. Sorprenden los cambios en las conductas criminales y llaman mucho la atención las diferencias punitivas para los crímenes que afectan a lo material en comparación con las penas con las que se castiga a los que causan estragos psicológicos o inmateriales.
A partir de 2024, las tendencias delictivas en los Estados Unidos muestran algunos cambios significativos con respecto a años anteriores. Durante la primera mitad de 2024, los delitos violentos, incluidos los homicidios y las agresiones agravadas, en general, han disminuido. En concreto, la tasa de homicidios en 29 ciudades importantes se redujo aproximadamente un 13% en comparación con el mismo período de 2023. Esto se traduce en 319 homicidios menos. La disminución de los delitos violentos forma parte de una tendencia más amplia observada desde el pico de violencia durante la pandemia de COVID-19. Los delitos contra la propiedad también experimentaron una reducción notable, con una disminución del 15%. Sin embargo, las tasas de delincuencia pueden variar significativamente según la ciudad: algunas ciudades como Buffalo y Omaha experimentaron aumentos en los homicidios, mientras que otras como Chandler, Arizona, y Virginia Beach experimentaron disminuciones drásticas. Los informes trimestrales del FBI refuerzan estas tendencias, mostrando una disminución del 15% en los delitos violentos en el primer trimestre de 2024 en comparación con el mismo período de 2023.
Las tasas de delincuencia en la Unión Europea (UE) varían significativamente entre los distintos Estados miembros, y algunos países registran niveles más altos de ciertos tipos de delincuencia que otros. En general, la UE ha experimentado un descenso de los delitos tradicionales, como los robos y los hurtos, mientras que los delitos informáticos, el tráfico de drogas y la trata de personas han ganado prevalencia. Por ejemplo, los datos de Eurostat muestran que las tasas de robos han disminuido en toda la UE, pero la percepción de seguridad varía, y algunas regiones informan de mayores preocupaciones por la delincuencia. La Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea destaca los desafíos actuales relacionados con los delitos motivados por el odio y la discriminación, que son problemas importantes en varios países.
«A partir de 2024, las tendencias delictivas en los Estados Unidos muestran algunos cambios significativos con respecto a años anteriores. Durante la primera mitad de 2024, los delitos violentos, incluidos los homicidios y las agresiones agravadas, en general, han disminuido»
En Japón, la tasa de criminalidad ha aumentado por segundo año consecutivo. En 2023, el número de delitos denunciados a la policía aumentó un 17% en comparación con el año anterior, alcanzando un total de 703.351 casos. Esto marcó la continuación de una tendencia que comenzó en 2022, cuando las tasas de criminalidad aumentaron por primera vez en dos décadas tras la flexibilización de las restricciones durante la pandemia COVID-19. Los delitos graves, incluidos el asesinato y la agresión sexual, experimentaron un aumento significativo de casi el 30%. Además, los delitos cibernéticos han aumentado, en particular en casos de fraude bancario por Internet y otros delitos en línea. Si bien estas estadísticas indican un aumento de la delincuencia, la tasa general de delincuencia en Japón sigue siendo una de las más bajas del mundo, y las autoridades sugieren que puede ser demasiado pronto para determinar si este aumento refleja una tendencia a largo plazo.
Curiosamente, España presenta una de las tasas de criminalidad más bajas entre los países desarrollados. Sin embargo, como en cualquier sociedad, la delincuencia es un fenómeno complejo y dinámico. En las tendencias generales se observa una disminución sostenida de la criminalidad, gracias a una combinación de factores como mejoras en las fuerzas de seguridad, políticas preventivas y un mayor bienestar social; y un cambio en el perfil delictivo, con disminución de los delitos violentos e incremento de los delitos cibernéticos y las estafas. Entre los delitos más frecuentes destacan los delitos contra el patrimonio, robos con fuerza (en viviendas, establecimientos comerciales y vehículos), hurtos (sustracción de objetos sin violencia o intimidación), delitos contra las personas (lesiones: agresiones físicas que causan daño corporal; amenazas: conductas que generan miedo o intimidación; delitos sexuales: agresiones sexuales, abusos sexuales, actos de naturaleza sexual cometidos contra menores de edad o personas incapacitadas), delitos contra la propiedad intelectual (falsificación, piratería), delitos informáticos (estafa: obtención ilícita de dinero o bienes mediante engaño; secuestro de datos: robo o retención de información digital) y otros delitos menores. Los expertos atribuyen los factores que influyen en las tasas de criminalidad en España a la crisis económica, a las políticas de seguridad, a la desigualdad social y a la inmigración.
«En Japón, la tasa de criminalidad ha aumentado por segundo año consecutivo. En 2023, el número de delitos denunciados a la policía aumentó un 17% en comparación con el año anterior, alcanzando un total de 703.351 casos»
Lo que llama la atención en casi todos los países es que los delitos que no implican daño material se meten en el paquete de asuntos menores. En esta categoría habría que considerar la calumnia, la difamación o las injurias.
Los delitos contra el honor, como la calumnia y la difamación, están tipificados en el Código Penal español y se castigan con penas que buscan proteger la reputación de las personas. La calumnia consiste en imputar falsamente a alguien la comisión de un delito. El Código Penal español establece las siguientes penas: Pena de prisión de 6 meses a 2 años o multa de 12 a 24 meses, si la calumnia se propaga con publicidad (por ejemplo, a través de medios de comunicación, redes sociales, etc.). Multa de 6 a 12 meses, si la calumnia no se propaga con publicidad. La difamación, aunque no implica la imputación de un delito, consiste en difundir hechos falsos que dañen la reputación de una persona. Las penas son similares a las de la calumnia. Difamación y calumnia tienen agravantes: Las penas pueden aumentar si la calumnia o la difamación se cometen mediante precio, recompensa o promesa, con publicidad, en el ejercicio de una profesión, por motivos racistas, xenófobos u otros análogos. Las injurias consisten en atacar la dignidad de una persona menoscabando su fama o reputación. Aunque no se exige la falsedad de las afirmaciones, estas deben ser ofensivas y carecer de justificación. Las penas por injurias son menos graves que las de calumnia y difamación, y generalmente consisten en multas. En todos los “delitos de la lengua”, hay consideraciones importantes: (i) Prueba de la falsedad: Quien acusa de calumnia o difamación debe probar la falsedad de las imputaciones; (ii) Libertad de expresión: El derecho a la libertad de expresión limita el alcance de los delitos contra el honor; no todo comentario crítico o negativo constituye un delito; y (iii) Jurisprudencia: La interpretación y aplicación de estas normas penales puede variar según los casos y la jurisprudencia de los tribunales.
En resumen: el que te destruyan la vida profesionalmente, socialmente o familiarmente, diciendo de ti lo que le dé la gana a tus enemigos, en el código penal -donde parece que no hay mucha consideración moral- te hace menos daño que el que te roben el coche; y si, además, lo dice alguien que vive de hablar de los demás, su libertad de expresión tiene más valor que tu honorabilidad; y, en cualquier caso, tú -el agredido- tienes que demostrar que la calumnia, la difamación o la injuria es falsa, sin que tu agresor deba demostrar que lo que dice de ti sea verdad.
«Lo que llama la atención en casi todos los países es que los delitos que no implican daño material se meten en el paquete de asuntos menores. En esta categoría habría que considerar la calumnia, la difamación o las injurias. Los delitos contra el honor, como la calumnia y la difamación, están tipificados en el Código Penal español»
Esto, que ocurre cotidianamente, es el mundo al revés, donde el abuso del lenguaje, la protección de la mentira, el cultivo de las medias verdades, y la licencia para ofender sin respeto, se está cultivando desde la impunidad de las redes sociales, la tibieza de las leyes, la inmoralidad de quien administra justicia, y el lamentable ejemplo que los personajes públicos escenifican diariamente con obscenas agresiones verbales en los medios de comunicación.
La lengua sigue siendo el arma más mortífera utilizada por la especie humana para autodestruirse. Todo el mundo es consciente del daño que causa, pero pocos se esmeran en usarla correctamente. Es el instrumento más prodigioso de la evolución y el que más erráticamente se emplea como elemento de cohesión social. El uso de la lengua para educar, instruir, comunicarse y vivir en paz es un claro rasgo de inteligencia; en las antípodas de la madurez intelectual está el uso que se hace de la lengua para dañar, perjudicar, destruir y arruinar la reputación de las personas. En sus Máximas, Napoleón dejó escrito: “Hay diferentes maneras de asesinar a un hombre, con pistola, espada, veneno o asesinato moral. Todas son iguales en sus resultados, excepto que la última es la peor posible”.
“No hay nada que delate más a un espíritu vil y mezquino que dar puñaladas secretas a la reputación de un hombre. Las sátiras y los pasquines escritos con ingenio y espíritu son como dardos envenenados que no sólo infligen una herida, sino que la vuelven incurable”, decía Joseph Addison en The Spectator, allá por el primer cuarto del 1700. Unos años más tarde, Thomas Fuller recalcaba que “el que arroja suciedad a otro se ensucia más a sí mismo”, aunque a quien es un cerdo poco le importa vivir en la mierda. También decía que “no hay recompensa suficiente para una calumnia injusta”.
«Una sociedad civilizada no puede dar crédito sin pruebas a quien agrede verbalmente, a quien difama, calumnia o insulta. El daño es irreversible, aunque el tiempo demuestre la inocencia del agredido, porque, una vez que circula el rumor, la perversión de una sociedad inmoral ya aprieta la soga de una horca condenatoria»
Si la lengua es el vehículo que transporta lo que se cuece en la cocina del alma, es desalentador lo que decía William Hazlitt: “Todos en una multitud tienen el poder de arrojar tierra: nueve de cada diez tienen la inclinación”.
La historia de una vida puede ser destruida en treinta segundos por la boca de un difamador que debiera haber nacido mudo. Washington Irving lo narraba así en Wolfert’s Roost: “En el espacio de una pequeña hora, las malas lenguas pueden conjurar suficientes pecados como para arruinar la fama de toda una vida de virtud”.
Una sociedad civilizada no puede dar crédito sin pruebas a quien agrede verbalmente, a quien difama, calumnia o insulta. El daño es irreversible, aunque el tiempo demuestre la inocencia del agredido, porque, una vez que circula el rumor, la perversión de una sociedad inmoral ya aprieta la soga de una horca condenatoria que perpetúa la circulación de la infamia mediante la publicidad incontrolable de los medios de comunicación y las redes sociales.
La falsedad es la cortina tras la que se esconde la calumnia y la difamación; y esa mentira, cuando no se corrige, incluso va poniendo marcas a la historia. Boswell puso en boca de Samuel Johnson el dicho: “Si un hombre no pudiera decir nada contra un personaje excepto lo que puede probar, la historia no podría escribirse”. Y así se va creando una narrativa falsa de la historia para confundir, para crear dudas o para adoctrinar en la dirección perversa de los sectarios, de los falsificadores de la realidad, de los que deforman la tradición para implantar nuevas costumbres e insertar en el inconsciente colectivo aberraciones vestidas de modernidad.
«…y así se va creando una narrativa falsa de la historia para confundir, para crear dudas o para adoctrinar en la dirección perversa de los sectarios, de los falsificadores de la realidad, de los que deforman la tradición para implantar nuevas costumbres e insertar en el inconsciente colectivo aberraciones vestidas de modernidad»
Aunque, según La Rochefoucauld, “la gente es más calumniadora por vanidad que por malicia”, el hablar mal de la gente por costumbre no es hierba de campo noble. En Tartufo, Molière decía que “la gente cuyo comportamiento es más ridículo siempre es la primera en calumniar a los demás”. Esta es la conducta de las mentes menores, las que se alimentan de mediocridad y embriagan con el vino de la envidia y la concupiscencia. “Los vientos de la calumnia siempre se lanzan y persiguen a los grandes, incluso a los lugares más altos”, decía Ovidio en La cura del amor. En el Panchatantra se lee: “Superficies enteras son arrastradas incluso desde una montaña cuando son socavadas por una suave corriente de agua; ¡cuánto más los corazones blandos de los hombres por personas innobles que los atacan con calumnias!” En Meditaciones de un párroco, Joseph Roux reflexionaba: “¿Qué es la calumnia? Un veredicto de culpable pronunciado en ausencia del acusado, a puerta cerrada, sin defensa ni apelación, por un juez interesado y prejuicioso”. En La comedia de los errores, Shakespeare decía: “La calumnia vive de la sucesión y siempre se aloja donde obtiene posesión”; en Hamlet, insistía: “Sé casto como el hielo, puro como la nieve y no escaparás de la calumnia”; y en Cymbeline, describía: “La calumnia, cuyo filo es más agudo que la espada, cuya lengua supera en veneno a todos los gusanos del Nilo, cuyo aliento cabalga sobre los vientos de posta y desmiente todos los rincones del mundo”.
La calumnia no distingue clases sociales, sexo o religión, pero su frecuencia siempre va de abajo arriba en la escala social. En Ajax, Sófocles lo insinuaba así: “Golpea a un gran hombre, y no fallarás”. En el código de los inferiores, de los acomplejados, de los insignificantes, la calumnia requiere cómplices. Mark Twain decía: “Es necesario que tu enemigo y tu amigo trabajen juntos para herirte en el corazón; uno para calumniarte y el otro para hacerte llegar la noticia”.
En la sabiduría del pueblo ruso luce un proverbio que dice: “La calumnia, como el carbón, ensuciará tu mano o te la quemará”. La mejor reacción a la calumnia es la ignorancia y el desprecio. Ben Johnson lo ponía de forma más refinada: “Las calumnias se responden mejor con el silencio”; pero en el entorno hipócrita de tanto feudalismo jurídico y degradación moral, la única sentencia justa para quien escupe por la boca la suciedad de su alma es que le corten la lengua.